jueves, 28 de febrero de 2008
Generación Casillas
Reportaje que se emitión en el programa de Canal Plus "Informe Robinson" que cuenta como le ha ido la vida a los compañeros que tuvo Iker Casillas cuando estuvo en el Real Madrid C.
Hay momentos muy emocionantes en el reportaje que muestra lo díficil que es llegar a ser futbolista de élite.
1ª parte
2ª parte
Hay momentos muy emocionantes en el reportaje que muestra lo díficil que es llegar a ser futbolista de élite.
1ª parte
2ª parte
lunes, 25 de febrero de 2008
XII Festival de Jerez-2008

Viernes, 22 de febrero.
Teatro Villamarta - 21 horas
MARÍA DEL MAR MORENO - MERCEDES RUIZ - FERNANDO TERREMOTO
¡VIVA JEREZ!
ANGELITA GÓMEZ, colaboración especial
JAVIER LATORRE - PACO CEPERO - FRANCISCO LÓPEZ, equipo artístico
Sábado, 23 de febrero.
Sala Compañía - 19 horas
Ciclo Con nombre propio
LOLA GRECO - CARMELA GRECO
DE LA ÓPERA AL FLAMENCO
Teatro Villamarta - 21 horas
COMPAÑÍA DE ANTONIO EL PIPA
PUERTAS ADENTRO
Bodega Los Apóstoles - 24 horas
Café Cantante / Ciclo Cantaores
JOSÉ MENESE
Domingo, 24 de febrero.
Palacio de Villavicencio - 19 horas
Ciclo Los conciertos de Palacio
ELU DE JEREZ
Teatro Villamarta - 21 horas
NUEVO BALLET ESPAÑOL
SANGRE
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Solos en Compañía
MARCO FLORES
Lunes, 25 de febrero
Palacio de Villavicencio - 19 horas
Ciclo Los conciertos de Palacio
NIÑO SEVE
MIGUEL LAVIS
Teatro Villamarta - 21 horas
ISABEL BAYÓN
LA PUERTA ABIERTA
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Los Novísimos
MARÍA JOSÉ LEÓN
Martes, 26 de febrero
Bodega Los Apóstoles - 21 horas
Ciclo Café Cantante
ENCARNA ANILLO - DAVID LAGOS - JESÚS TORRES
FLAMENCO WORLD MUSIC
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Solos en Compañía
MANUELA RÍOS
Miércoles, 27 de febrero
Sala Compañía - 19 horas
Ciclo Con nombre propio
MIGUEL ÁNGEL BERNA
RASMIA
Teatro Villamarta - 21 horas
RAFAEL AMARGO
TIEMPO MUERTO
Bodega Los Apóstoles - 24 horas
Café Cantante / Ciclo Cantaores
CALIXTO SÁNCHEZ
Jueves, 28 de febrero
Sala Compañía - 19 horas
Ciclo De la Frontera
MARCO VARGAS - CHLOÉ BRÛLE / FLAMENCO X 2
LAS 24. CUANDO UNO QUIERE Y OTRO NO.
Teatro Villamarta - 21 horas
ANDRÉS MARÍN
EL ALBA DEL ÚLTIMO DÍA
Bodega Los Apóstoles - 24 horas
Café Cantante / Ciclo Cantaores
CAPULLO DE JEREZ
Viernes, 29 de febrero
Bodega Los Apóstoles - 19 horas
Café Cantante / Ciclo Bordón y cuenta nueva
BOLITA - P. MARTÍN - CEPILLO - P. GONZÁLEZ - A. LEFEVRE
UHF (ULTRA HIGH FLAMENCO)
Teatro Villamarta - 21 horas
MERCHE ESMERALDA - BELÉN MAYA - ROCÍO MOLINA - DIANA NAVARRO
MUJERES
MARIO MAYA, dirección
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Los Novísimos
PATRICIA GUERRERO
Sábado, 1 de marzo.
Palacio de Villavicencio - 19 horas
Ciclo Los conciertos de Palacio
JUAN CAMPALLO
JUAN PINILLA
Teatro Villamarta - 21 horas
BALLET DE EVA YERBABUENA
SANTO Y SEÑA
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Con nombre propio
RAFAELA CARRASCO
CON CIERTO GUSTO
Domingo, 2 de marzo.
Palacio de Villavicencio - 19 horas
Ciclo Los conciertos de Palacio
SONIA MIRANDA
Teatro Villamarta - 21 horas
MANUELA CARRASCO
ROMALÍ. DANZA DE LOS GITANOS
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Solos en Compañía
MARÍA JUNCAL
LA HORA DE LOS MILAGROS
Lunes, 3 de marzo.
Bodega Los Apóstoles - 19 horas
Café Cantante / Ciclo Bordón y cuenta nueva
PEDRO SIERRA
Teatro Villamarta - 21 horas
ESTÉVEZ - PAÑOS DOSPORMEDIO & CÍA
FLAMENCO XXI: ÓPERA, CAFÉ Y PURO
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Los Novísimos
FRAN ESPINOSA
Martes, 4 de marzo.
Palacio de Villavicencio - 19 horas
Ciclo Los conciertos de Palacio
DANIEL CASARES
MORENITO DE ÍLLORA
Teatro Villamarta - 21 horas
FARRU - JOSÉ MAYA - BARULLO
AL NATURAL
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Solos en Compañía
EL MISTELA
Miércoles, 5 de marzo.
Palacio de Villavicencio - 19 horas
Ciclo Los conciertos de Palacio
JOSÉ MANUEL LEÓN
DAVID PALOMAR
Bodega Los Apóstoles - 21 horas
Ciclo Café Cantante
SON DE LA FRONTERA
Sala Compañía - 24 horas
Ciclo Los Novísimos
LEONOR LEAL
Jueves, 6 de marzo.
Sala Compañía - 19 horas
Ciclo Con nombre propio
LA TRUCO - INMACULADA ORTEGA - LA TALEGONA - MIGUEL CAÑAS
MIS MUJERES EN ESENCIA
Teatro Villamarta - 21 horas
ISRAEL GALVÁN
EL FINAL DE ESTE ESTADO DE COSAS
Bodega Los Apóstoles - 24 horas
Café Cantante / Ciclo Cantaores
EZEQUIEL BENÍTEZ - ANTONIO MALENA
Viernes, 7 de marzo.
Sala Compañía - 19 horas
Ciclo De la Frontera
MALUCOS
LAS SOBRAS DEL FESTÍN
Teatro Villamarta - 21 horas
MIGUEL POVEDA
SIN FRONTERA
Bodega Los Apóstoles - 24 horas
Café Cantante / Ciclo Cantaores
ANTONIO REYES - MANUEL MONEO
Sábado, 8 de marzo.
Sala Compañía - 19 horas
Ciclo Con nombre propio
MAYTE BAJO
BOCA ABAJO
Teatro Villamarta - 21 horas
EL GÜITO
MANOLO SANLÚCAR
MAESTROS
jueves, 21 de febrero de 2008
¿Sabías por qué se dice AC Milan y no AC Milán?
Los periodistas deportivos no suelen ser ejemplo de formación cultural. En sus crónicas y columnas abundan tantas frases hechas, faltas ortográficas y patadas al diccionario (patadas a los libros, como en la obra “En juego” del artista Eugenio Ampudia”) que defenderlos suele ser casi imposible. Sin embargo, en ocasiones se les recrimina cuestiones en las que no yerran. Una de las más típicas, es la de argumentar que no se dice AC Milan, sino AC Milán, porque el nombre de la ciudad es, efectivamente Milán y no Milan. Sin embargo, quienes afirman esto están equivocados. El club de fútbol rossonero fue fundado por ingleses en 1889 bajo el nombre de “Milan Cricket and Football Club”, con el nombre de la ciudad en el idioma de Shakespeare y los Sex Pistols. Por ello, el club es correctamente referido como “Milan”, con acento en la “i”, a diferencia de la ciudad.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, los periodistas deportivos tienen toda la razón.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, los periodistas deportivos tienen toda la razón.
Maldini Milenario
Paolo Maldini jugó con el AC Milán su partido profesional número 1.000

El emblemático defensa y capitán del AC Milán, Paolo Maldini, disputó a sus 39 años su partido profesional número 1.000 este sábado, en el encuentro de la 23ª jornada de la liga italiana de fútbol que su equipo empató sin goles con el Parma.
Maldini entró en juego en el minuto 68, en sustitución del lateral izquierdo checo Marek Jankulovski. Según La Gazzetta dello Sport, el capitán del equipo campeón de Europa jugó 981 de esos 1.000 partidos como titular (en club y en selección), de los que disputó 916 íntegramente.
El defensa, que cumplirá 40 años el próximo 26 de junio, pondrá fin a su carrera al finalizar esta temporada. Debutó como profesional el 20 de enero de 1985 en un partido del Calcio contra el Udinese y desde entonces ha defendido ininterrumpidamente durante 24 temporadas los colores del AC Milán.
Con su club, Maldini ha ganado siete ligas italianas (1988, 1992, 1993, 1994, 1996, 1999 y 2004), una Copa de Italia (2003), cinco Ligas de Campeones de Europa (1989, 1990, 1994, 2003 y 2007) y tres Mundiales de Clubes, la antigua Copa Intercontinental, (1989, 1990 y 2007).
Entre los muchos récords de su larga carrera, figura el de mayor número de selecciones con Italia (126 entre 1988 y 2002), el de partidos europeos (170) y el de partidos en la Serie A (611).
Sin embargo, nunca ha ganado un gran título con la 'Nazionale'.

El emblemático defensa y capitán del AC Milán, Paolo Maldini, disputó a sus 39 años su partido profesional número 1.000 este sábado, en el encuentro de la 23ª jornada de la liga italiana de fútbol que su equipo empató sin goles con el Parma.
Maldini entró en juego en el minuto 68, en sustitución del lateral izquierdo checo Marek Jankulovski. Según La Gazzetta dello Sport, el capitán del equipo campeón de Europa jugó 981 de esos 1.000 partidos como titular (en club y en selección), de los que disputó 916 íntegramente.
El defensa, que cumplirá 40 años el próximo 26 de junio, pondrá fin a su carrera al finalizar esta temporada. Debutó como profesional el 20 de enero de 1985 en un partido del Calcio contra el Udinese y desde entonces ha defendido ininterrumpidamente durante 24 temporadas los colores del AC Milán.
Con su club, Maldini ha ganado siete ligas italianas (1988, 1992, 1993, 1994, 1996, 1999 y 2004), una Copa de Italia (2003), cinco Ligas de Campeones de Europa (1989, 1990, 1994, 2003 y 2007) y tres Mundiales de Clubes, la antigua Copa Intercontinental, (1989, 1990 y 2007).
Entre los muchos récords de su larga carrera, figura el de mayor número de selecciones con Italia (126 entre 1988 y 2002), el de partidos europeos (170) y el de partidos en la Serie A (611).
Sin embargo, nunca ha ganado un gran título con la 'Nazionale'.
martes, 19 de febrero de 2008
sábado, 16 de febrero de 2008
Rondeña de Montoya
Algunas partes de la "rondeña" de Ramón Montoya, la afinación de la guitarra es la siguiente: 4a en Fa# y 6a en Re.

Otra parte:

En el primer pentagrama hace un arpegio con la nota en la primera con el anular... el lo repite muchas veces en los discos pero ninguna 2 veces igual, asi es como va más o menos.
Después viene un cierre que es un Re haciendo la escala hasta el Do#, y se hace con el pulgar.
Con el pulgar en los bordones se hace la última falseta, muy conocida de Ramon Montoya. La idea es jugar con los bordones y hacer escala en la cuarta... él tampoco la hace 2 veces igual, tenia esa idea y la desarrollaba según le apetecia, creo yo. Esta falseta no es exactamente igual a la de Montoya.
El último pentagrama es un cierre que no es de R.Montoya.
Otra parte:
En el primer pentagrama hace un arpegio con la nota en la primera con el anular... el lo repite muchas veces en los discos pero ninguna 2 veces igual, asi es como va más o menos.
Después viene un cierre que es un Re haciendo la escala hasta el Do#, y se hace con el pulgar.
Con el pulgar en los bordones se hace la última falseta, muy conocida de Ramon Montoya. La idea es jugar con los bordones y hacer escala en la cuarta... él tampoco la hace 2 veces igual, tenia esa idea y la desarrollaba según le apetecia, creo yo. Esta falseta no es exactamente igual a la de Montoya.
El último pentagrama es un cierre que no es de R.Montoya.
El murciélago de 8.000 millones
Pongo en el blog este artículo de "Diarios de Fútbol" sobre Mendieta.
Me da una gran nostalgia recordar a este jugador porque, a pesar de no ser valencianista, me hizo vivir momentos estupendos como aquella final de Copa del Rey al Atlético o los partidos contra el Barcelona con ese "Piojo" López o Adrian Illie dando carreras y marcando goles a diestro y siniestro.

En el intento de evocar a un jugador que haya creado inquietud en algún momento de nuestra vida o del que hayamos tenido referencia en alguna ocasión, la gran mayoría de las veces toca virar demasiado tiempo atrás. Pero no siempre la imagen aparece en blanco y negro o difuminada por los años, porque hay quienes aunque parecen retirados, jubilados o con las botas colgadas en el tranquilo balcón del pueblo, aún entrenan diariamente buscando unos minutos que no llegan.
Esas botas, que ya no tendrán mayor filigrana en el futuro, son las mismas que lograron alcanzar dos finales de Champions, levantar una Copa del Rey y pisar suelo mundialista no hace demasiado. Y es que pese a que a algunos ídolos hay que recordarlos tiempo atrás, hay otros que siguen su rutina pese a que nadie les recuerde. ¿Les suena un tal Gaizka Mendieta?
En la vida de aquél chico de atractivo pelo rubio, se cruzaron demasiados intereses, todos ellos desvirtuados y que tuvieron en uno de los mejores jugadores de finales de los 90 y principios de siglo, a su particular ‘cobaya’ vengativa y, desde luego, financiera. Esos hombres, con únicas intenciones de hacer del juego su banca de ingresos particular, lastraron (a mi parecer), una de las carreras más prometedoras del fútbol español en los últimos tiempos. Mendieta se vio envuelto en una ‘guerra’ en la que el sólo era un campesino que cada domingo cultivaba con su juego los bolsillos de quienes vieron en el un filón mediático, una bomba tan deseada como mal mecanizada que, como no podía ser de otra manera, acabó estallando en pedazos, los mismos que hoy aún perviven en la sombra.
El vasco tuvo la mala suerte de ser el ‘deseado’ de Florentino Pérez cuando mayor era su éxito en Mestalla y el entonces presidente, Jaime Ortí, vio en el la gran oportunidad para vengarse de la operación con Mijatovic años anteriores. Aquella, la del montenegrino, terminó con Pedja triunfando de blanco aunque siendo tachado de Judas en tierras de la naranja y la de Gaizka, siendo repelido allá por donde pasó debido al alto precio que le habían echo pagar aquellos ‘guerreros financieros’. ¿Con cual se hubiera quedado?
Antes de que llegara el momento clave de su trayectoria, había llenado el corazón de todos los valencianistas poco a poco. Lenta pero ascendente. Así fue la progresión del chico que llegó a Valencia en 1991 cuando había sido recomendado desde el Castellón y que, en sus primeros partidos como ché, le tocó aplicarse en el lateral derecho (esa posición para la que parece que cualquiera puede valer). Pese a que en el cuadro blanquinegro había destacado como organizador, con Ranieri no ocupó puestos de mando y tuvo que ser Cúper quien le adelantara y le otorgara libertad, algo que el bilbaíno aprovechó como pocos dentro de un esquema eminentemente defensivo.
Con el argentino, aquél chico dorado terminó de explotar y su virtuosismo llegó en cualquier faceta del juego. Se consumó como especialista en penaltis con una técnica arriesgada que consistía en esperar al movimiento del portero, profundizó en los lanzamientos de faltas y, sobre todo, mejoró hasta decir basta en una técnica individual que dejó detalles y escenas históricas. El gol al Atlético en la final de Copa, el de volea en el Camp Nou o el penalti ante Kahn en la finalísima europea de San Siro, son ya parte de nosotros, de los que le vimos disfrutar.
Y es que su sonrisa se acabó allí. Tras la disputa ya mencionada entre Real Madrid (ofreció 4.000 millones más Savio, Salgado y Tote) y Valencia, el jugador quedó tocado pues ya había declarado su intención de ir al Bernabéu mientras su presidente se negaba a venderlo. Los blancos compraron a Zidane y Gaizka quedó en ‘paños menores’ y obligado a salir, con lo que apareció la Lazio (por entonces millonario) y puso casi 8.000 millones de las antiguas pesetas para llevarse al icono che.
Sin embargo, la llama se apagó y aquella versión jamás fue disfrutada en el Olímpico, como tampoco lo haría en el Camp Nou (fue cedido en Barcelona una campaña) ni en el Middlesbrough donde, aunque muchos no lo supieran, sigue entrenando. En Riverside, sólo algunos goles han reflejado su presencia y las lesiones lo tumbaron por completo hasta dejarlo en la sombra más absoluta y sin un solo minuto de juego en todo el año. Ahora, cuando su técnico le ha dado la espalda y su contrato finaliza este verano, Gaizka sí colgará definitivamente las botas. Por más que en Bilbao quisieran convencerlo.
El murciélago del escudo del Valencia, tal y como le tachó Pedro Cortés, jamás levantó la cabeza del suelo, los 8.000 millones resultaron más que anestesiantes.
Me da una gran nostalgia recordar a este jugador porque, a pesar de no ser valencianista, me hizo vivir momentos estupendos como aquella final de Copa del Rey al Atlético o los partidos contra el Barcelona con ese "Piojo" López o Adrian Illie dando carreras y marcando goles a diestro y siniestro.

En el intento de evocar a un jugador que haya creado inquietud en algún momento de nuestra vida o del que hayamos tenido referencia en alguna ocasión, la gran mayoría de las veces toca virar demasiado tiempo atrás. Pero no siempre la imagen aparece en blanco y negro o difuminada por los años, porque hay quienes aunque parecen retirados, jubilados o con las botas colgadas en el tranquilo balcón del pueblo, aún entrenan diariamente buscando unos minutos que no llegan.
Esas botas, que ya no tendrán mayor filigrana en el futuro, son las mismas que lograron alcanzar dos finales de Champions, levantar una Copa del Rey y pisar suelo mundialista no hace demasiado. Y es que pese a que a algunos ídolos hay que recordarlos tiempo atrás, hay otros que siguen su rutina pese a que nadie les recuerde. ¿Les suena un tal Gaizka Mendieta?
En la vida de aquél chico de atractivo pelo rubio, se cruzaron demasiados intereses, todos ellos desvirtuados y que tuvieron en uno de los mejores jugadores de finales de los 90 y principios de siglo, a su particular ‘cobaya’ vengativa y, desde luego, financiera. Esos hombres, con únicas intenciones de hacer del juego su banca de ingresos particular, lastraron (a mi parecer), una de las carreras más prometedoras del fútbol español en los últimos tiempos. Mendieta se vio envuelto en una ‘guerra’ en la que el sólo era un campesino que cada domingo cultivaba con su juego los bolsillos de quienes vieron en el un filón mediático, una bomba tan deseada como mal mecanizada que, como no podía ser de otra manera, acabó estallando en pedazos, los mismos que hoy aún perviven en la sombra.
El vasco tuvo la mala suerte de ser el ‘deseado’ de Florentino Pérez cuando mayor era su éxito en Mestalla y el entonces presidente, Jaime Ortí, vio en el la gran oportunidad para vengarse de la operación con Mijatovic años anteriores. Aquella, la del montenegrino, terminó con Pedja triunfando de blanco aunque siendo tachado de Judas en tierras de la naranja y la de Gaizka, siendo repelido allá por donde pasó debido al alto precio que le habían echo pagar aquellos ‘guerreros financieros’. ¿Con cual se hubiera quedado?
Antes de que llegara el momento clave de su trayectoria, había llenado el corazón de todos los valencianistas poco a poco. Lenta pero ascendente. Así fue la progresión del chico que llegó a Valencia en 1991 cuando había sido recomendado desde el Castellón y que, en sus primeros partidos como ché, le tocó aplicarse en el lateral derecho (esa posición para la que parece que cualquiera puede valer). Pese a que en el cuadro blanquinegro había destacado como organizador, con Ranieri no ocupó puestos de mando y tuvo que ser Cúper quien le adelantara y le otorgara libertad, algo que el bilbaíno aprovechó como pocos dentro de un esquema eminentemente defensivo.
Con el argentino, aquél chico dorado terminó de explotar y su virtuosismo llegó en cualquier faceta del juego. Se consumó como especialista en penaltis con una técnica arriesgada que consistía en esperar al movimiento del portero, profundizó en los lanzamientos de faltas y, sobre todo, mejoró hasta decir basta en una técnica individual que dejó detalles y escenas históricas. El gol al Atlético en la final de Copa, el de volea en el Camp Nou o el penalti ante Kahn en la finalísima europea de San Siro, son ya parte de nosotros, de los que le vimos disfrutar.
Y es que su sonrisa se acabó allí. Tras la disputa ya mencionada entre Real Madrid (ofreció 4.000 millones más Savio, Salgado y Tote) y Valencia, el jugador quedó tocado pues ya había declarado su intención de ir al Bernabéu mientras su presidente se negaba a venderlo. Los blancos compraron a Zidane y Gaizka quedó en ‘paños menores’ y obligado a salir, con lo que apareció la Lazio (por entonces millonario) y puso casi 8.000 millones de las antiguas pesetas para llevarse al icono che.
Sin embargo, la llama se apagó y aquella versión jamás fue disfrutada en el Olímpico, como tampoco lo haría en el Camp Nou (fue cedido en Barcelona una campaña) ni en el Middlesbrough donde, aunque muchos no lo supieran, sigue entrenando. En Riverside, sólo algunos goles han reflejado su presencia y las lesiones lo tumbaron por completo hasta dejarlo en la sombra más absoluta y sin un solo minuto de juego en todo el año. Ahora, cuando su técnico le ha dado la espalda y su contrato finaliza este verano, Gaizka sí colgará definitivamente las botas. Por más que en Bilbao quisieran convencerlo.
El murciélago del escudo del Valencia, tal y como le tachó Pedro Cortés, jamás levantó la cabeza del suelo, los 8.000 millones resultaron más que anestesiantes.
viernes, 15 de febrero de 2008
El Potito y Diego del Morao por Bulerías
Vaya tela el Diego, está pasado de compás. No sabe uno con lo que va a sorprender. Para mi gusto, por la personalidad que tiene tocando, es el guitarrista joven con más futuro.
martes, 12 de febrero de 2008
Lo mejor: Nuevo concurso, carruseles y Pópulo
Los cortes antes de la Final, la confirmación de los recorridos de los carruseles y la ampliación de la propuesta ‘ilegal’, grandes aciertos del Carnaval
Después de casi un mes de actos desde la celebración de la Erizada y la Ostionada es un buen momento para reflexionar sobre el devenir de treinta días, en los que una ciudad vive prácticamente a caballo, primero entre el Falla y el trabajo de cada uno y, posteriormente, entre la calle y el trabajo de cada uno.
El concurso
Han sido tan sólo 20 días de coplas y eso se agradece, aunque intensos por la larga duración de las respectivas funciones. La reventa quedó erradicada aunque sólo parcialmente. La división de su desarrollo en clasificatorias, cuartos, semifinal y final es muy beneficiosa porque convierte en apasionante las dos fases intermedias. Vuelve a quedar en evidencia la necesidad de un fase previa (no todo el mundo puede ni debe cantar en el Falla). La reducción de la Final también es un acierto porque antes se hacía interminable. Un año más se ha echado en falta el típico pelotazo (Los pito-risas han estado cerca), pero el nivel medio ha sido realmente bueno. Los piques se quedaron sólamente en eso: en piques. El fallo no contentó a todo el mundo por igual, lógicamente, pero tampoco ha provocado ninguna tragedia porque no ha habido cajonazos sonados.
El pregón
Muy buena la idea de un pasacalles previo. Original y bien llevada a la práctica. La proposición del pregonero evidentemente no podía tener el respaldo absoluto que él pretendía pero se vieron muchos grupos de piratas el Sábado de Carnaval. El pregón tampoco defraudó aunque a los incondicionales quizás les faltó un poco de sentido crítico. Un espectáculo bonito, más cercano al Martínez Ares compositor que al Martínez Ares comparsista. Pese a la satisfacción generalizada antiguos miembros de agrupaciones suyas se han sentido heridos por algunos de los pasajes de su alocución.
Los romanceros
El tema de los romanceros merece una reflexión profunda. Cuando pase el tiempo habrá que agradecerle a los Paco Mesa, Salvador Fernández y compañía la enorme dignificación que está adquiriendo el romancero. Antes estaban prácticamente defenestrados, eran un poco los hermanitos pobres de la fiesta, condenados a mostrar su repertorio sólo en las esquinas y a participar en un concurso descafeinado. En 2007 fue en el Falla y en 2008 ha vuelto a repetir. El personal llena el coliseo y ya no parece una cuestión de novelería gaditana. A todos nos queda claro que la calle es su espacio natural, pero sí pueden ir al Falla salen ganando por la repercusión mediática que tiene la Final.
Los carruseles
Puede que se nos esté cayendo un mito y que los más viejos del lugar pongan el grito en el cielo, pero ha quedado demostrado que los carruseles pueden salir de la Plaza. Se gana mucho. El personal se dispersa, no hay aglomeraciones y se pueden escuchar los tangos muy cerquita de los protagonistas. La medida tiene visos de convertirse en definitiva. El Ayuntamiento está por lo labor y los implicados parece que también. El de Segunda Aguada sigue creciendo camino de su décima edición, mientras el de La Viña puso de manifiesto su definitivo asentamiento, ya que había que tener cuerpo para estar el viernes en la calle con el viento y el frío reinante.
El Pópulo
Es un referente, ya no hay gaditano que no sepa que el barrio más antiguo de la ciudad acoge un auténtico desembarco de ilegales y romanceros durante la semana de Carnaval. Este año la iniciativa se aumentó a tres días y la respuesta popular ha sido realmente admirable en todos los sentidos. Ya no sólo porque el personal se moviliza allí, sino porque sigue al pie de la letra los dictados del lema: Amoscuchá. En la jornada del miércoles se contabilizaron hasta 57 callejeras en el lugar. Además, la ampliación a más jornadas es un beneficio para todos: para los propios grupos que tienen la oportunidad de que sus repertorios sean mejor paladeados, para el personal que tiene una nueva oferta y para el propio barrio que está sumando un granito más a su proceso de regeneración. Una imagen vale más que mil palabras, pero en este caso mil imágenes valen más que una palabra. Una única pega ajena a la organización: A determinadas horas de la madrugada los menesterosos, perros en mano, comienzan a adueñarse del entorno y pueden convertirse en un peligro para el futuro. Aunque la prevención ya es tarea de otros.
Fuente: La Voz de Cádiz
Después de casi un mes de actos desde la celebración de la Erizada y la Ostionada es un buen momento para reflexionar sobre el devenir de treinta días, en los que una ciudad vive prácticamente a caballo, primero entre el Falla y el trabajo de cada uno y, posteriormente, entre la calle y el trabajo de cada uno.
El concurso
Han sido tan sólo 20 días de coplas y eso se agradece, aunque intensos por la larga duración de las respectivas funciones. La reventa quedó erradicada aunque sólo parcialmente. La división de su desarrollo en clasificatorias, cuartos, semifinal y final es muy beneficiosa porque convierte en apasionante las dos fases intermedias. Vuelve a quedar en evidencia la necesidad de un fase previa (no todo el mundo puede ni debe cantar en el Falla). La reducción de la Final también es un acierto porque antes se hacía interminable. Un año más se ha echado en falta el típico pelotazo (Los pito-risas han estado cerca), pero el nivel medio ha sido realmente bueno. Los piques se quedaron sólamente en eso: en piques. El fallo no contentó a todo el mundo por igual, lógicamente, pero tampoco ha provocado ninguna tragedia porque no ha habido cajonazos sonados.
El pregón
Muy buena la idea de un pasacalles previo. Original y bien llevada a la práctica. La proposición del pregonero evidentemente no podía tener el respaldo absoluto que él pretendía pero se vieron muchos grupos de piratas el Sábado de Carnaval. El pregón tampoco defraudó aunque a los incondicionales quizás les faltó un poco de sentido crítico. Un espectáculo bonito, más cercano al Martínez Ares compositor que al Martínez Ares comparsista. Pese a la satisfacción generalizada antiguos miembros de agrupaciones suyas se han sentido heridos por algunos de los pasajes de su alocución.
Los romanceros
El tema de los romanceros merece una reflexión profunda. Cuando pase el tiempo habrá que agradecerle a los Paco Mesa, Salvador Fernández y compañía la enorme dignificación que está adquiriendo el romancero. Antes estaban prácticamente defenestrados, eran un poco los hermanitos pobres de la fiesta, condenados a mostrar su repertorio sólo en las esquinas y a participar en un concurso descafeinado. En 2007 fue en el Falla y en 2008 ha vuelto a repetir. El personal llena el coliseo y ya no parece una cuestión de novelería gaditana. A todos nos queda claro que la calle es su espacio natural, pero sí pueden ir al Falla salen ganando por la repercusión mediática que tiene la Final.
Los carruseles
Puede que se nos esté cayendo un mito y que los más viejos del lugar pongan el grito en el cielo, pero ha quedado demostrado que los carruseles pueden salir de la Plaza. Se gana mucho. El personal se dispersa, no hay aglomeraciones y se pueden escuchar los tangos muy cerquita de los protagonistas. La medida tiene visos de convertirse en definitiva. El Ayuntamiento está por lo labor y los implicados parece que también. El de Segunda Aguada sigue creciendo camino de su décima edición, mientras el de La Viña puso de manifiesto su definitivo asentamiento, ya que había que tener cuerpo para estar el viernes en la calle con el viento y el frío reinante.
El Pópulo
Es un referente, ya no hay gaditano que no sepa que el barrio más antiguo de la ciudad acoge un auténtico desembarco de ilegales y romanceros durante la semana de Carnaval. Este año la iniciativa se aumentó a tres días y la respuesta popular ha sido realmente admirable en todos los sentidos. Ya no sólo porque el personal se moviliza allí, sino porque sigue al pie de la letra los dictados del lema: Amoscuchá. En la jornada del miércoles se contabilizaron hasta 57 callejeras en el lugar. Además, la ampliación a más jornadas es un beneficio para todos: para los propios grupos que tienen la oportunidad de que sus repertorios sean mejor paladeados, para el personal que tiene una nueva oferta y para el propio barrio que está sumando un granito más a su proceso de regeneración. Una imagen vale más que mil palabras, pero en este caso mil imágenes valen más que una palabra. Una única pega ajena a la organización: A determinadas horas de la madrugada los menesterosos, perros en mano, comienzan a adueñarse del entorno y pueden convertirse en un peligro para el futuro. Aunque la prevención ya es tarea de otros.
Fuente: La Voz de Cádiz
LUCES Y SOMBRAS DEL CARNAVAL 2.008
El Carnaval de los enfadados
Vayan por delante tres matices, sin los que resulta imposible desbrozar el inacabable y bendito debate anual sobre el Carnaval.
El primero tiene forma de corte de mangas para los que osan analizar la mayor fiesta de Cádiz desde el asco. Para esos que defienden que una feria, una oda a la pólvora, un encierro o una semana grande son mejores, en vez de admitir que son distintas o más cercanas a su preferencia. Son esos que, sin atreverse, dejan caer que los días mayores de mi pueblo (el que me tocó) son poco menos que un mamarracho de maricones y analfabetos borrachos. Para todos esos necios esnobs de casapuerta, vaya el recuerdo de que todas las fiestas viejas e incruentas merecen respeto. También la mía. Y si no gusta, toca apartarse. Esos están al margen de la discusión. Da igual si son altos ejecutivos o líderes de opinión (risas). No tendría sentido invitar a los antitaurinos a definir los carteles de la Maestranza. Nunca aportarán nada sobre cambios o mejoras, puesto que pretenden eliminar el asunto sobre el que se debate.
El segundo es un bostezo para los que recurren, simplones, al lugar común que señala el Carnaval como el origen de todos los males gaditanos. Son esos que viven colgados del plomizo estribillo: «Si le pusiéramos a todo el mismo interés…»; «Cómo puede paralizarse todo durante tanto tiempo…» Como si el resto del orbe pusiera idéntico afán en las obligaciones que en las devociones, si la evasión no fuera una primera necesidad, como si Valencia, Logroño, Córdoba o Nueva Orleans fueran ajenas a la saludable costumbre de ceder una semana al exceso. Porque es una semana (el Falla no paraliza nada) y bien a gusto renunciaríamos a ella si eso sirviera para que algo se moviera, de veras, en Cádiz durante las 51 restantes.
El tercero sirve para recordar un error frecuente, que cometemos casi todos, al achacar a veces al Carnaval fenómenos sociales, que se dan, por igual, en cada cita multitudinaria, cada fin de semana, en cada lugar. Los viajes masivos de veinteañeros; el ahogo de coches; la exhibición del consumo de alcohol y drogas; el vandalismo o la falta de higiene pública son tan frecuentes o infrecuentes en esta fiesta como en Nochebuena. Aparecen cualquier sábado (a escala, obviamente) desde Cabo de Gata hasta Finisterre, que diría Pepe da Rosa. Ojalá fuera todo tan sencillo. Ojalá fuera sólo por febrero y en una periférica ciudad pequeña. Que sean lacras extendidas, que superen el ámbito del Carnaval, no exime de la obligación de combatir sus efectos aquí y ahora.
El cabreo contagioso
Apartados todos esos, los que sienten algo de aprecio por el Carnaval tienen el derecho y, casi, la obligación afectiva de hacer un repaso crítico anual. Da igual que sus gustos sean los de Padilla o El Pellejo, los de Martín o Salvador, los de Rosado o mi vecina Carmeluchi. Los que se sienten vinculados a la fiesta, siquiera esporádicamente, los que aspiran a mejorarla o disfrutarla, incluso desde el disgusto, son los que deben decir, los que merece la pena escuchar aunque sea para discrepar hasta las cachas. Son los que conocieron esta forma de vivir y decir por sus mayores o a través de un aparato eléctrico. Son todos esos que, como dice Montse Macías, creen que el anochecer del Domingo de Piñata es el momento más triste de cada año.
Tras escuchar a muchos de ellos, cabe pensar que el Carnaval que acaba es el de los enfadados. Resulta que una fiesta (basada en la palabra hecha risa o himno popular, en la liberación momentánea y en una forma de diversión) genera más molestia que alegría. Chocante.
Puede que sea un efecto secundario de su enorme, reversible y, quizás, lamentable crecimiento, pero casi todo el mundo pareció mosqueado más tiempo del recomendable en unos días teóricamente consagrados al disfrute.
Casi todos los que actúan en el Falla vienen enfadados de serie, pese a que se les consiente una fase previa insufrible, en la que priman sus ganas de cantar sobre las del público por oírles. Los entendidos y aficionados talibanes, siempre están enfadados.
Los visitantes se enfadan cuando descubren los servicios y el programa que les ofrece la ciudad que les llama. Los habitantes, más enfadados cuando les invade gente a la que ha llamado, a la que inculca las coplas para luego despreciar, en el Falla y fuera.
El pregonero repasó durante semanas dos décadas de enfados (hasta de su vida privada) para mostrar la cara más antipática del submundo y repitió hasta la saciedad que no volverá, que no quiere saber nada más, que piensa poner tierra de por medio. Alentador.
Los medios de comunicación, enfadados mientras luchan por una parte de la piñata. Unos creen haber inventado el Concurso y el juego de repartir premios en un bar. Otros, las ilegales o los romanceros.
Una tele se cree dueña de las preliminares. Otra, de la Final. Más allá, los creadores de la Quiniela del Carnaval y las encuestas… Todos tratando de influir, de medrar, en vez de intentar contar, como intermediarios que son, una tradición anterior al más antiguo de ellos, que sobrevivirá al más fuerte. Hasta entre las ilegales y los del puntero abundan ya los que caminan con la nariz alta, contagiados de esa egolatría del teatro que tanto criticaron.
Algunos se creen garantes insustituibles de una verdad heredada. Dicen cosas como: Aquí no canto, no me grabes, huele mal, demasiada gente. Los coros, enfadados entre ellos y con algunas callejeras. Hasta las peñas generan enfado con gestos como el de sisar el Carnaval Chiquito. Están dispuestas a ser un obstáculo con tal de servir a la entidad bancaria, al concejal o al partido que mantenga su protagonismo en números negros.
Menos mal que las coplas pueden con todos. Más allá del enfado, impusieron su ley para crear unos cuantos momentos divertidos, y a eso se reduce todo. Menos mal que hay gente como Cárdenas y Fernández de la Puente para hablar poco y trabajar mucho por un Concurso mejor, enfrentándose, incluso, a bastardas amenazas de muerte. Menos mal que fue imposible contener la risa o dejar el vello tumbado al escuchar las letras de pasodoble de Los Monstruos; la música de Lolo&Remolino; tres estribillos pegadizos; a Los Mendas con su popurrí; al Dios Momo y a un coro distinto. Menos mal que surgieron un desternillante cuplé callejero sobre el cheque-bebé, Il Divo y Paco Mesa jugando al solitario. Menos mal que los del Love y su buen rollo resisten ocho trienios, menos mal que a casi todo el mundo le importa un pito (de caña) tanto rebote, que cada vez hay más plazoletas y callecitas susurrando cuplés. Esos ratos, sin más, compensan. Son la esencia y el sentido de todo. Hubo muchos, vendrán otros. El resto, es cuestión de que vuelva a su sitio cuando baje la marea porque estar enfadado demasiado tiempo es propio de babetas.
Articulo de Jose Landi - La Voz de Cádiz - 12.02.2008
Vayan por delante tres matices, sin los que resulta imposible desbrozar el inacabable y bendito debate anual sobre el Carnaval.
El primero tiene forma de corte de mangas para los que osan analizar la mayor fiesta de Cádiz desde el asco. Para esos que defienden que una feria, una oda a la pólvora, un encierro o una semana grande son mejores, en vez de admitir que son distintas o más cercanas a su preferencia. Son esos que, sin atreverse, dejan caer que los días mayores de mi pueblo (el que me tocó) son poco menos que un mamarracho de maricones y analfabetos borrachos. Para todos esos necios esnobs de casapuerta, vaya el recuerdo de que todas las fiestas viejas e incruentas merecen respeto. También la mía. Y si no gusta, toca apartarse. Esos están al margen de la discusión. Da igual si son altos ejecutivos o líderes de opinión (risas). No tendría sentido invitar a los antitaurinos a definir los carteles de la Maestranza. Nunca aportarán nada sobre cambios o mejoras, puesto que pretenden eliminar el asunto sobre el que se debate.
El segundo es un bostezo para los que recurren, simplones, al lugar común que señala el Carnaval como el origen de todos los males gaditanos. Son esos que viven colgados del plomizo estribillo: «Si le pusiéramos a todo el mismo interés…»; «Cómo puede paralizarse todo durante tanto tiempo…» Como si el resto del orbe pusiera idéntico afán en las obligaciones que en las devociones, si la evasión no fuera una primera necesidad, como si Valencia, Logroño, Córdoba o Nueva Orleans fueran ajenas a la saludable costumbre de ceder una semana al exceso. Porque es una semana (el Falla no paraliza nada) y bien a gusto renunciaríamos a ella si eso sirviera para que algo se moviera, de veras, en Cádiz durante las 51 restantes.
El tercero sirve para recordar un error frecuente, que cometemos casi todos, al achacar a veces al Carnaval fenómenos sociales, que se dan, por igual, en cada cita multitudinaria, cada fin de semana, en cada lugar. Los viajes masivos de veinteañeros; el ahogo de coches; la exhibición del consumo de alcohol y drogas; el vandalismo o la falta de higiene pública son tan frecuentes o infrecuentes en esta fiesta como en Nochebuena. Aparecen cualquier sábado (a escala, obviamente) desde Cabo de Gata hasta Finisterre, que diría Pepe da Rosa. Ojalá fuera todo tan sencillo. Ojalá fuera sólo por febrero y en una periférica ciudad pequeña. Que sean lacras extendidas, que superen el ámbito del Carnaval, no exime de la obligación de combatir sus efectos aquí y ahora.
El cabreo contagioso
Apartados todos esos, los que sienten algo de aprecio por el Carnaval tienen el derecho y, casi, la obligación afectiva de hacer un repaso crítico anual. Da igual que sus gustos sean los de Padilla o El Pellejo, los de Martín o Salvador, los de Rosado o mi vecina Carmeluchi. Los que se sienten vinculados a la fiesta, siquiera esporádicamente, los que aspiran a mejorarla o disfrutarla, incluso desde el disgusto, son los que deben decir, los que merece la pena escuchar aunque sea para discrepar hasta las cachas. Son los que conocieron esta forma de vivir y decir por sus mayores o a través de un aparato eléctrico. Son todos esos que, como dice Montse Macías, creen que el anochecer del Domingo de Piñata es el momento más triste de cada año.
Tras escuchar a muchos de ellos, cabe pensar que el Carnaval que acaba es el de los enfadados. Resulta que una fiesta (basada en la palabra hecha risa o himno popular, en la liberación momentánea y en una forma de diversión) genera más molestia que alegría. Chocante.
Puede que sea un efecto secundario de su enorme, reversible y, quizás, lamentable crecimiento, pero casi todo el mundo pareció mosqueado más tiempo del recomendable en unos días teóricamente consagrados al disfrute.
Casi todos los que actúan en el Falla vienen enfadados de serie, pese a que se les consiente una fase previa insufrible, en la que priman sus ganas de cantar sobre las del público por oírles. Los entendidos y aficionados talibanes, siempre están enfadados.
Los visitantes se enfadan cuando descubren los servicios y el programa que les ofrece la ciudad que les llama. Los habitantes, más enfadados cuando les invade gente a la que ha llamado, a la que inculca las coplas para luego despreciar, en el Falla y fuera.
El pregonero repasó durante semanas dos décadas de enfados (hasta de su vida privada) para mostrar la cara más antipática del submundo y repitió hasta la saciedad que no volverá, que no quiere saber nada más, que piensa poner tierra de por medio. Alentador.
Los medios de comunicación, enfadados mientras luchan por una parte de la piñata. Unos creen haber inventado el Concurso y el juego de repartir premios en un bar. Otros, las ilegales o los romanceros.
Una tele se cree dueña de las preliminares. Otra, de la Final. Más allá, los creadores de la Quiniela del Carnaval y las encuestas… Todos tratando de influir, de medrar, en vez de intentar contar, como intermediarios que son, una tradición anterior al más antiguo de ellos, que sobrevivirá al más fuerte. Hasta entre las ilegales y los del puntero abundan ya los que caminan con la nariz alta, contagiados de esa egolatría del teatro que tanto criticaron.
Algunos se creen garantes insustituibles de una verdad heredada. Dicen cosas como: Aquí no canto, no me grabes, huele mal, demasiada gente. Los coros, enfadados entre ellos y con algunas callejeras. Hasta las peñas generan enfado con gestos como el de sisar el Carnaval Chiquito. Están dispuestas a ser un obstáculo con tal de servir a la entidad bancaria, al concejal o al partido que mantenga su protagonismo en números negros.
Menos mal que las coplas pueden con todos. Más allá del enfado, impusieron su ley para crear unos cuantos momentos divertidos, y a eso se reduce todo. Menos mal que hay gente como Cárdenas y Fernández de la Puente para hablar poco y trabajar mucho por un Concurso mejor, enfrentándose, incluso, a bastardas amenazas de muerte. Menos mal que fue imposible contener la risa o dejar el vello tumbado al escuchar las letras de pasodoble de Los Monstruos; la música de Lolo&Remolino; tres estribillos pegadizos; a Los Mendas con su popurrí; al Dios Momo y a un coro distinto. Menos mal que surgieron un desternillante cuplé callejero sobre el cheque-bebé, Il Divo y Paco Mesa jugando al solitario. Menos mal que los del Love y su buen rollo resisten ocho trienios, menos mal que a casi todo el mundo le importa un pito (de caña) tanto rebote, que cada vez hay más plazoletas y callecitas susurrando cuplés. Esos ratos, sin más, compensan. Son la esencia y el sentido de todo. Hubo muchos, vendrán otros. El resto, es cuestión de que vuelva a su sitio cuando baje la marea porque estar enfadado demasiado tiempo es propio de babetas.
Articulo de Jose Landi - La Voz de Cádiz - 12.02.2008
domingo, 10 de febrero de 2008
Entrevista a Armando.
Entrevista publicada en el diario AS.
Armando Ribeiro-De Aguiar Malda (Sopelana, 1971) juega hoy en San Mamés como portero del Athletic. Es el futbolista con más edad en hacerlo como rojiblanco.

¿Cómo empezó usted en esto?
En el Ugueraga, equipo de mi pueblo. Siempre de portero. Con seis años, mis padres me regalaron unos guantes y hasta ahora. Tuve a Izcoa de entrenador; jugó en Granada, Zaragoza Se acordará de él.
Perfectamente: buen portero.
Y buen profesor, él me dio las primeras lecciones. De ahí salí para Logroño, me llamó Lotina.
Y empezó su peregrinaje.
Sí, tenía 17 años. Estuve cuatro años en el Logroñés, en el filial, entre Segunda B y Tercera. Una tarde debuté en la Copa del Rey, con el primer equipo, digo. Fue contra el Manacor. De ahí pasé al filial del Sporting, firmé cinco años pero no me adapté y volví a casa, al Alavés, en Segunda B. Estuve tres años, el último subimos a Primera. Entonces ficharon a Kike Burgos y nos juntamos tres porteros. Me fui al Barakaldo, pero a los tres meses me llamó el Cádiz y estuve allí diez años.
¿Fue entonces cuando se tomó decididamente el fútbol en serio?
Quizá por lo lejos que quedaba mi casa, porque en Vitoria fui padre por primera vez y cuando pasa eso te planteas la vida más de verdad que nunca. La mejor decisión de mi vida fue irme a Cádiz.
Sus hijos eran los más hinchas del Athletic en la Tacita, me cuentan.
Alain e Iban son del Cádiz y del Athletic, como no podía ser de otra manera. Nos recibieron con los brazos abiertos, en lo personal, Cádiz y su gente formarán siempre parte de nuestras vidas. Además allí logré lo que ansiaba, jugar seguido. Viví los ascensos, fui el portero menos goleado de Segunda, el Zamora
Y los amarillos le colocan como el portero del equipo ideal de la historia de su club.
¡Es que me quieren mucho, ja, ja!
Y vivió aquellos días de angustia cuando el club estuvo a punto de desaparecer.
Sí, llegamos a dormir en el estadio, nos encerramos con todas las de la ley. Fueron los primeros años en Segunda B, llegamos a estar cinco meses sin cobrar. Yo sé lo que es no llegar a fin de mes Y estaban los hijos, claro, una responsabilidad tremenda.
¿Qué no se le ha olvidado de todo aquello?
Que los restaurantes vecinos al campo nos traían de comer y cenar, que nos repartíamos el taquillaje y nos daba para unas diez mil pesetas por jugador, que yo dormía en una colchoneta con mi hijo mayor, que acabó siendo el juguete de todos Que gestionábamos publicidad para sacar un dinero extra y la solidaridad de la gente: jugamos partidos con quince mil personas en Carranza que venían para ayudarnos. Orúe era el entrenador y Ángel Férez el de los porteros, estaban Abraham Paz, López Maduramos todos de golpe y el ascenso posterior a Primera se forjó ahí, no me cabe la menor duda. Nació un grupo que se hizo fortísimo en la adversidad y pudo con todo. Hasta que llegó Antonio Muñoz y se despejaron las nubes.
Me da la impresión de que no se le ha reconocido a Muñoz todo lo bueno que hizo por el Cádiz.
Tiene razón, es así No sólo vivimos el ascenso sino que un campo que se caía fue remodelado perfectamente, los campos de entrenamiento eran malos y hoy son la envidia de muchos clubes; cogió al Cádiz casi muerto y le dio la vuelta como a un calcetín. Merece reconocimiento eterno.
Sigue hablando con pasión de todo aquello.
Es que yo le debo todo al Cádiz, ¡soy un vizcaíno de Cádiz! Me entregué en cuerpo y alma, lo llevaré siempre en el corazón. En esta vida hay que ser agradecido y lo soy.
Y un día le llamó Joaquín Caparrós. ¿Se conocían? ¿Cómo recibió la noticia de que lo quería fichar para el Athletic nada menos?
Personalmente no nos conocíamos. Sabía de él por su peregrinar por el fútbol andaluz, sólo eso. Y mi fichaje fue muy rápido, se coció en tres días. Al principio no terminaba de creérmelo. Me decían que estaba entre los candidatos y todo eso, pero en un abrir y cerrar de ojos me vi camino de Bilbao.
¿Se llegó a asustar?
No, a lo sumo di un suspiro profundo, un ¡buffff! Era vestir los colores con los que había soñado de niño, los del Athletic. Todos los chavales vizcaínos soñamos con jugar en San Mamés. Era volver a mi casa, a mi madre, a mi hermano, a la tierra donde viviré el resto de mi vida. Eran muchas sensaciones a la vez. Y conste que estaba felicísimo en Cádiz.
Y esta tarde, la Catedral.
Defender la portería que fue de Iribar me pone la piel de gallina, ¡es el colmo! Lo conozco del pueblo, pues vive en Sopelana. Verle da mucho respeto. El me llevó a la selección de Euskadi, es un ídolo. ¡Es que sigo pellizcándome para convencerme de que esto es verdad!
Todo en usted es un cuento de hadas; en Primera debutó con 34 años cumplidos.
Sí, hace dos. En Zaragoza dispute mi partido número 26 en la máxima categoría. Tengo 37, la misma edad en la que se retiró Iribar Pero no me he enfrenté a los grandes porteros de la categoría hasta hace dos, sí. A Zubizarreta le recuerdo en un Logroñés-Barça que viví desde el banquillo. A él, a Buyo, a tantos otros, los he visto por la tele Pero no me tengo por un caso único, ¿eh?
¿Y eso?
Todo lo que vivo es fruto del trabajo. Jamás me rendí ni bajé los brazos. Casos así hay a montones en la vida. Yo fui siempre positivo. Siempre supe que si me entregaba iría cumpliendo sueños. Firmé por el Athletic y me puse a trabajar, lo que he hecho toda mi vida.
Y llegó el estreno en La Romareda. ¿Hay nervios a los 37 años?
No los sentí. Salí a jugar muy tranquilo, pero era consciente de que adquiría una gran responsabilidad. Es muy bonito ver al Athletic, pero hay que dar la cara y más si eres el portero. No tuve mucho tiempo para pensar más que en concentrarme en el juego, en conocer lo más deprisa a los compañeros, todo eso.
Pero perdieron.
Sí, fue lo triste del gran día. Y casi empatamos al final, lo que te das más coraje porque necesitamos sumar de a tres puntos: el reto es ganar cuanto antes la permanencia.
Le presentaría tres amigos hinchas del Athletic que firman la permanencia en la última jornada. ¿Exageran?
¡Confío que el equipo lo consiga mucho antes! Hay casta en este equipo, hambre de fútbol y de hacer las cosas bien, buenos futbolistas, está San Mamés... Mi receta, también para sus amigos, es que nos planteemos cada partido como si fuera el último. Que hagan lo que yo, que me he acostumbrado a vivir al día. Me planteo hacerlo bien, entrenarme como una bestia y disfrutar con mi gente lo que estoy viviendo.
Llega el Levante a San Mamés. Tiene peligro, ¿eh?
Mucho. Y ya me han puesto al día de la mala experiencia del año pasado con el Nàstic, que nos ganó por 0-2. El Levante no tiene nada que perder y últimamente le están saliendo mejor las cosas. Debemos recibirle como si fuera el líder y centrarnos en ellos, no en lo que vaya o no vaya a pasar dentro de un mes.
Por cierto, ¿cómo le recibió Aranzubia?
Se ha portado conmigo como un señor. Desde el mismo momento en que se enteró de que en Zaragoza iba a jugar yo estuvo a mi lado pese a que su situación no puede ser cómoda. Y después del partido me felicitó.
¿La relación entre los porteros es la más difícil en un vestuario?
No tiene por qué serlo. Ocupamos el mismo puesto y sólo puede jugar uno, pero por encima de todo está el equipo, el Athletic en este caso. El éxito sólo es posible si nos involucramos todos, los 25
Dice que vive al día y lo confirma que firmó un contrato por cinco meses.
No me importó. Me encuentro bien, saquemos esto adelante entre todos y luego veremos qué pasa. Si uno tiene la cabeza bien no hay quien le pare y la mía funciona.
Es curioso que fuera usted a llegar a Bilbao precisamente el año que menos jugaba. Seguro que lo ha pensado.
Sí, claro. El mercado no es grande, te puede llegar tu momento cuando menos lo esperas. Después de nueve años jugando, llevaba cuatro meses sin hacerlo y me llamaron. Mi confianza está en que me entreno como si fuera el último día, nunca me conformé con no jugar. Y, bueno, me comí todo el asunto Baldasano, cuya filosofía era que los que llevábamos tantos años en el club no valíamos. Firmaron diez jugadores y en octubre se dieron cuenta de que no era tan fácil la cosa y se marcharon. Sufrí una gran decepción. En materia de porteros nos juntamos tres que habíamos estado en Primera y que teníamos nuestras cualidades: Contreras, Limia y yo. Una de tantas cosas de locos de aquella etapa.
¿Qué tal con Contreras, que es el titular?
Muy bien, es un chaval sensacional. Nos ayudábamos, como también con Limia y con Férez. Les deseo lo mejor.
¿A que a varios jugadores del Athletic les convendría estar algún tiempo sin cobrar y vivir lo que usted ha vivido?
No, no. Eso no se le puede desear a nadie. Yo, lo que digo, es que todos los que formamos el Athletic debemos de ser conscientes de lo que tenemos. Lezama es increíble, por citarle un ejemplo Jugar aquí es muy grande.
Aunque sea cinco meses.
Sólo me importa el presente, de verdad. Colaborar para que el equipo salga de abajo lo antes posible. Si uno tiene fe y aporta lo que se espera de él, seguro que llega la recompensa. Y si llega junio con el equipo a salvo y me dicen que me vaya, lo haré encantado de la vida. Y agradecido. Mi sueño estará cumplido.
Va a tener usted suerte, Armando. Y no se equivoque: su caso no es normal. Y no por llegar con 37 años al Athletic sino por cómo habla del fútbol, de la vida
Bueno Muchas gracias.
Tomás Guasch | 10/02/2008
Armando Ribeiro-De Aguiar Malda (Sopelana, 1971) juega hoy en San Mamés como portero del Athletic. Es el futbolista con más edad en hacerlo como rojiblanco.

¿Cómo empezó usted en esto?
En el Ugueraga, equipo de mi pueblo. Siempre de portero. Con seis años, mis padres me regalaron unos guantes y hasta ahora. Tuve a Izcoa de entrenador; jugó en Granada, Zaragoza Se acordará de él.
Perfectamente: buen portero.
Y buen profesor, él me dio las primeras lecciones. De ahí salí para Logroño, me llamó Lotina.
Y empezó su peregrinaje.
Sí, tenía 17 años. Estuve cuatro años en el Logroñés, en el filial, entre Segunda B y Tercera. Una tarde debuté en la Copa del Rey, con el primer equipo, digo. Fue contra el Manacor. De ahí pasé al filial del Sporting, firmé cinco años pero no me adapté y volví a casa, al Alavés, en Segunda B. Estuve tres años, el último subimos a Primera. Entonces ficharon a Kike Burgos y nos juntamos tres porteros. Me fui al Barakaldo, pero a los tres meses me llamó el Cádiz y estuve allí diez años.
¿Fue entonces cuando se tomó decididamente el fútbol en serio?
Quizá por lo lejos que quedaba mi casa, porque en Vitoria fui padre por primera vez y cuando pasa eso te planteas la vida más de verdad que nunca. La mejor decisión de mi vida fue irme a Cádiz.
Sus hijos eran los más hinchas del Athletic en la Tacita, me cuentan.
Alain e Iban son del Cádiz y del Athletic, como no podía ser de otra manera. Nos recibieron con los brazos abiertos, en lo personal, Cádiz y su gente formarán siempre parte de nuestras vidas. Además allí logré lo que ansiaba, jugar seguido. Viví los ascensos, fui el portero menos goleado de Segunda, el Zamora
Y los amarillos le colocan como el portero del equipo ideal de la historia de su club.
¡Es que me quieren mucho, ja, ja!
Y vivió aquellos días de angustia cuando el club estuvo a punto de desaparecer.
Sí, llegamos a dormir en el estadio, nos encerramos con todas las de la ley. Fueron los primeros años en Segunda B, llegamos a estar cinco meses sin cobrar. Yo sé lo que es no llegar a fin de mes Y estaban los hijos, claro, una responsabilidad tremenda.
¿Qué no se le ha olvidado de todo aquello?
Que los restaurantes vecinos al campo nos traían de comer y cenar, que nos repartíamos el taquillaje y nos daba para unas diez mil pesetas por jugador, que yo dormía en una colchoneta con mi hijo mayor, que acabó siendo el juguete de todos Que gestionábamos publicidad para sacar un dinero extra y la solidaridad de la gente: jugamos partidos con quince mil personas en Carranza que venían para ayudarnos. Orúe era el entrenador y Ángel Férez el de los porteros, estaban Abraham Paz, López Maduramos todos de golpe y el ascenso posterior a Primera se forjó ahí, no me cabe la menor duda. Nació un grupo que se hizo fortísimo en la adversidad y pudo con todo. Hasta que llegó Antonio Muñoz y se despejaron las nubes.
Me da la impresión de que no se le ha reconocido a Muñoz todo lo bueno que hizo por el Cádiz.
Tiene razón, es así No sólo vivimos el ascenso sino que un campo que se caía fue remodelado perfectamente, los campos de entrenamiento eran malos y hoy son la envidia de muchos clubes; cogió al Cádiz casi muerto y le dio la vuelta como a un calcetín. Merece reconocimiento eterno.
Sigue hablando con pasión de todo aquello.
Es que yo le debo todo al Cádiz, ¡soy un vizcaíno de Cádiz! Me entregué en cuerpo y alma, lo llevaré siempre en el corazón. En esta vida hay que ser agradecido y lo soy.
Y un día le llamó Joaquín Caparrós. ¿Se conocían? ¿Cómo recibió la noticia de que lo quería fichar para el Athletic nada menos?
Personalmente no nos conocíamos. Sabía de él por su peregrinar por el fútbol andaluz, sólo eso. Y mi fichaje fue muy rápido, se coció en tres días. Al principio no terminaba de creérmelo. Me decían que estaba entre los candidatos y todo eso, pero en un abrir y cerrar de ojos me vi camino de Bilbao.
¿Se llegó a asustar?
No, a lo sumo di un suspiro profundo, un ¡buffff! Era vestir los colores con los que había soñado de niño, los del Athletic. Todos los chavales vizcaínos soñamos con jugar en San Mamés. Era volver a mi casa, a mi madre, a mi hermano, a la tierra donde viviré el resto de mi vida. Eran muchas sensaciones a la vez. Y conste que estaba felicísimo en Cádiz.
Y esta tarde, la Catedral.
Defender la portería que fue de Iribar me pone la piel de gallina, ¡es el colmo! Lo conozco del pueblo, pues vive en Sopelana. Verle da mucho respeto. El me llevó a la selección de Euskadi, es un ídolo. ¡Es que sigo pellizcándome para convencerme de que esto es verdad!
Todo en usted es un cuento de hadas; en Primera debutó con 34 años cumplidos.
Sí, hace dos. En Zaragoza dispute mi partido número 26 en la máxima categoría. Tengo 37, la misma edad en la que se retiró Iribar Pero no me he enfrenté a los grandes porteros de la categoría hasta hace dos, sí. A Zubizarreta le recuerdo en un Logroñés-Barça que viví desde el banquillo. A él, a Buyo, a tantos otros, los he visto por la tele Pero no me tengo por un caso único, ¿eh?
¿Y eso?
Todo lo que vivo es fruto del trabajo. Jamás me rendí ni bajé los brazos. Casos así hay a montones en la vida. Yo fui siempre positivo. Siempre supe que si me entregaba iría cumpliendo sueños. Firmé por el Athletic y me puse a trabajar, lo que he hecho toda mi vida.
Y llegó el estreno en La Romareda. ¿Hay nervios a los 37 años?
No los sentí. Salí a jugar muy tranquilo, pero era consciente de que adquiría una gran responsabilidad. Es muy bonito ver al Athletic, pero hay que dar la cara y más si eres el portero. No tuve mucho tiempo para pensar más que en concentrarme en el juego, en conocer lo más deprisa a los compañeros, todo eso.
Pero perdieron.
Sí, fue lo triste del gran día. Y casi empatamos al final, lo que te das más coraje porque necesitamos sumar de a tres puntos: el reto es ganar cuanto antes la permanencia.
Le presentaría tres amigos hinchas del Athletic que firman la permanencia en la última jornada. ¿Exageran?
¡Confío que el equipo lo consiga mucho antes! Hay casta en este equipo, hambre de fútbol y de hacer las cosas bien, buenos futbolistas, está San Mamés... Mi receta, también para sus amigos, es que nos planteemos cada partido como si fuera el último. Que hagan lo que yo, que me he acostumbrado a vivir al día. Me planteo hacerlo bien, entrenarme como una bestia y disfrutar con mi gente lo que estoy viviendo.
Llega el Levante a San Mamés. Tiene peligro, ¿eh?
Mucho. Y ya me han puesto al día de la mala experiencia del año pasado con el Nàstic, que nos ganó por 0-2. El Levante no tiene nada que perder y últimamente le están saliendo mejor las cosas. Debemos recibirle como si fuera el líder y centrarnos en ellos, no en lo que vaya o no vaya a pasar dentro de un mes.
Por cierto, ¿cómo le recibió Aranzubia?
Se ha portado conmigo como un señor. Desde el mismo momento en que se enteró de que en Zaragoza iba a jugar yo estuvo a mi lado pese a que su situación no puede ser cómoda. Y después del partido me felicitó.
¿La relación entre los porteros es la más difícil en un vestuario?
No tiene por qué serlo. Ocupamos el mismo puesto y sólo puede jugar uno, pero por encima de todo está el equipo, el Athletic en este caso. El éxito sólo es posible si nos involucramos todos, los 25
Dice que vive al día y lo confirma que firmó un contrato por cinco meses.
No me importó. Me encuentro bien, saquemos esto adelante entre todos y luego veremos qué pasa. Si uno tiene la cabeza bien no hay quien le pare y la mía funciona.
Es curioso que fuera usted a llegar a Bilbao precisamente el año que menos jugaba. Seguro que lo ha pensado.
Sí, claro. El mercado no es grande, te puede llegar tu momento cuando menos lo esperas. Después de nueve años jugando, llevaba cuatro meses sin hacerlo y me llamaron. Mi confianza está en que me entreno como si fuera el último día, nunca me conformé con no jugar. Y, bueno, me comí todo el asunto Baldasano, cuya filosofía era que los que llevábamos tantos años en el club no valíamos. Firmaron diez jugadores y en octubre se dieron cuenta de que no era tan fácil la cosa y se marcharon. Sufrí una gran decepción. En materia de porteros nos juntamos tres que habíamos estado en Primera y que teníamos nuestras cualidades: Contreras, Limia y yo. Una de tantas cosas de locos de aquella etapa.
¿Qué tal con Contreras, que es el titular?
Muy bien, es un chaval sensacional. Nos ayudábamos, como también con Limia y con Férez. Les deseo lo mejor.
¿A que a varios jugadores del Athletic les convendría estar algún tiempo sin cobrar y vivir lo que usted ha vivido?
No, no. Eso no se le puede desear a nadie. Yo, lo que digo, es que todos los que formamos el Athletic debemos de ser conscientes de lo que tenemos. Lezama es increíble, por citarle un ejemplo Jugar aquí es muy grande.
Aunque sea cinco meses.
Sólo me importa el presente, de verdad. Colaborar para que el equipo salga de abajo lo antes posible. Si uno tiene fe y aporta lo que se espera de él, seguro que llega la recompensa. Y si llega junio con el equipo a salvo y me dicen que me vaya, lo haré encantado de la vida. Y agradecido. Mi sueño estará cumplido.
Va a tener usted suerte, Armando. Y no se equivoque: su caso no es normal. Y no por llegar con 37 años al Athletic sino por cómo habla del fútbol, de la vida
Bueno Muchas gracias.
Tomás Guasch | 10/02/2008
sábado, 9 de febrero de 2008
Comparsa La Milagrosa-2000
Pasodoble de la comparsa La Milagrosa de Martínez Ares. Atención al figura que dice "Esto no vale ná".
viernes, 8 de febrero de 2008
Test auditivo
http://jakemandell.com/tonedeaf/OnlineScreen450.swf
En esta página se puede realizar un test auditivo bastante curioso, se reproducen dos clips musicales y hay que elegir "same" si pensamos que son idénticos, y "different" en caso contrario.
Hay veces que lo hace uno y los resultados que salen son para echarse a llorar de la pena.
Ojo, hay que hacerlo bastante concentrado.
En esta página se puede realizar un test auditivo bastante curioso, se reproducen dos clips musicales y hay que elegir "same" si pensamos que son idénticos, y "different" en caso contrario.
Hay veces que lo hace uno y los resultados que salen son para echarse a llorar de la pena.
Ojo, hay que hacerlo bastante concentrado.
Paco de Lucía-Farolillo de Feria (Guajiras)
Guajiras que toca Paco acompañado de su hermano Ramón de Algeciras.
World Press Photo of the Year 2007

En www.worldpressphoto.org se puede ver la foto ganadora del World Press Photo of the Year 2007, esta foto es del fotográfo británico Tim Hetherington y refleja un exhausto soldado estadounidense.
Según palabras del jurado representa "El cansancio de un hombre y el de un país".
El premio está dotado con 10.000 euros.
Además de la foto ganadora en la web están las fotos ganadoras en otras categorías, que también son dignas de ver.
jueves, 7 de febrero de 2008
Adiós, niño coplero
Calle de la mar. La comparsa llegó al Falla de puro milagro, porque yo no estaba psicológicamente preparado para terminar el repertorio l Fany, mi actual mujer, me levantó del suelo y me ayudó
"Calle de la mar" fue la última comparsa de Martínez Ares que ha cantado en el Falla
MUCHOS de los míos duermen el sueño eterno bajo las aguas de Cádiz y eso fue precisamente lo que hice con mi comparsa, llevarla hasta el mar para que allí se quedara por los siglos de los siglos. 'Calle de la mar' llegó al gran teatro Falla de puro milagro, porque yo no estaba psicológicamente preparado para terminarla en óptimas condiciones, aún así, para mí era la mejor de ese año, cariño de padre, supongo. Un famoso cómic de Hugo Pratt, Corto Maltés, sirvió de modelo para crear un marinero elegante pero desenfadado, distinguido pero chulesco, habitante de un barco incapaz de navegar y con el futuro incierto siempre mirando al mar. Se puede decir que los encargados de vestir a la agrupación se acercaron muchísimo al diseño del dibujante italiano, pero a mí me daba igual, yo en el fondo lo que quería era acabar cuanto antes y plantearme seriamente mi futuro, un futuro donde el carnaval no tenía lugar. Llegar al ensayo era para mí una prueba de fuego diaria porque en el ambiente olía a traición. Yo me hice una promesa: "Me queda poco para acabar la obra, así que a lo mío y punto".
Grabamos en el teatro de la ONCE, en Bahía Blanca, ante un público fiel y familiar un repertorio con letras cargadas de enjundia, un estribillo marinero cien por cien puro de oliva y un popurrí con unas alegrías que sólo podía cantar Javi Pájaro y un final apoteósico que tenía como gran protagonista la mar, sí, la mar, aquí el mar es femenino, eso es lo que hay. Algunos de los componentes hicieron cuplés para la comparsa y se cantaron en el Falla, entró ese año Lali como voz segunda supliéndome y la gran sorpresa, o tal vez una de los dos señales que me ratificaban que se acababa el show, Pepe Berenguer, el sastre que confeccionó el vestuario de mi primera comparsa, allá por 1984, volvía a encontrarse en mi camino para coser mi última viñeta gaditana. Dentro de poco se va a cumplir el primer aniversario de la boda de Pepe Berenguer con una pedazo de señora que se llama Manoli, que lo rescató de las cenizas, de lo que quedaba de Pepe en Vejer de la Frontera. Y fue en su boda donde le regalé el tipo de 'Requiebro', con sombrero calañé incluido, dentro de una enorme caja. Quién mejor que él, que lo parió, para cuidarlo.
Los disfraces que quedaban en mi casa, incluido el de 'Calle de la mar', también reposan en el mar, es una metáfora, lo que realmente quiero decir es que los tiré o los partí, pero creo que quedaba más romántico dicho de la otra manera ¿o no? Mi padre conserva unos cuantos porque sigue confiando que algún día tendremos un museo del Carnaval. Para qué le voy a quitar las ganas al pobre hombre si él es feliz así. Qué lástima de carnavales perdidos por falta de iniciativa política. De momento, sólo tenemos coplas para dejarles a nuestros hijos, ah, e internet, donde los grandes valientes se esconden para insultar a los demás.
Os acordáis de Jose Luis Perales cuando decía aquello de: "Una camisa, un pantalón vaquero y una canción, lalalá…", pues así empecé yo el mes de diciembre, con lo puesto, mis papeles y una guitarra, viviendo en un apartamento frontal al mar y terminando a duras penas un repertorio que se me atragantaba cada noche. Yo llegaba al local de ensayo y a veces me quedaba o me iba, eso no era normal en mí; yo que había vivido intensamente cada minuto de todos mis años de carnaval le daba la espalda y prefería quedarme en mi casa viendo la televisión o fumando sin parar contemplando puestas de sol y amaneceres. Igual que le ocurrió a Pepe Berenguer, en febrero conocí a mi actual mujer, a Fany, que me levantó del suelo y me ayudó a levantarme y a seguir luchando. En una ocasión me dijeron que uno se había enterado por un amigo que le había contado a través de un conocido… lo normal que ocurre aquí siempre, vamos, "que sí, que una madrileña que está con él tiene la culpa de que no salga más en carnaval, que le ha comío el coco y ahora quiere ser cantante". Pues no, craso error compañeros del metal, ella es gaditana, me apoya en todo lo que hago, ya sea carnaval o macramé y no es la culpable de que yo haya dicho adiós al mundo del tres por cuatro; de no haber sido por ella, posiblemente yo ni siquiera hoy estaría aquí, así que aclarado este punto espero que nunca más tenga que escuchar un comentario semejante que ponga en entredicho su papel como mi esposa que lo es desde el trece de julio del pasado año.
Llegó el día de la final. Esa noche estaba cantando con Pasión Vega en el Teatro Lope de Vega de Sevilla y horas más tarde Fany y yo nos pasamos por el colegio Carlos III, lugar escogido para maquillar al personal. Cantamos, mejor dicho, cantaron, y cuando me quise dar cuenta reparé en que la segunda señal estaba delante de mis narices: mi comparsa cerraba la gran final, éramos los últimos, sólo quedaba yo y se cerraría la puerta del teatro. Era el final de todo. Con un tercer premio bajo el brazo dije adiós a los integrantes de la comparsa y me fui con mi mujer para soñar con tiempos mejores. Aprovecho la ocasión para agradecerle a Isa Gallardo, mi hermanita chica, y a Pedro, su pasión por mis coplas y su apoyo en unos momentos de grandes debilidades.
Y esto es todo amigos, hay muchas cosas, muchas más que se me quedan en el tintero pero que nunca verán la luz. He contado lo que viví y me he callado lo que no le interesa a nadie saber de mi vida. Hoy me toca pregonar el Carnaval de Cádiz y una vez que acabe este niño coplero desaparecerá para siempre. He amado, he sufrido, he ganado, he perdido, he aprendido, he llorado, he resucitado y todo gracias al Carnaval. Bendito sea.
Posdata. Fue un tal Antonio quien mató a Martínez Ares.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 2 de Febrero de 2.008
"Calle de la mar" fue la última comparsa de Martínez Ares que ha cantado en el Falla
MUCHOS de los míos duermen el sueño eterno bajo las aguas de Cádiz y eso fue precisamente lo que hice con mi comparsa, llevarla hasta el mar para que allí se quedara por los siglos de los siglos. 'Calle de la mar' llegó al gran teatro Falla de puro milagro, porque yo no estaba psicológicamente preparado para terminarla en óptimas condiciones, aún así, para mí era la mejor de ese año, cariño de padre, supongo. Un famoso cómic de Hugo Pratt, Corto Maltés, sirvió de modelo para crear un marinero elegante pero desenfadado, distinguido pero chulesco, habitante de un barco incapaz de navegar y con el futuro incierto siempre mirando al mar. Se puede decir que los encargados de vestir a la agrupación se acercaron muchísimo al diseño del dibujante italiano, pero a mí me daba igual, yo en el fondo lo que quería era acabar cuanto antes y plantearme seriamente mi futuro, un futuro donde el carnaval no tenía lugar. Llegar al ensayo era para mí una prueba de fuego diaria porque en el ambiente olía a traición. Yo me hice una promesa: "Me queda poco para acabar la obra, así que a lo mío y punto".
Grabamos en el teatro de la ONCE, en Bahía Blanca, ante un público fiel y familiar un repertorio con letras cargadas de enjundia, un estribillo marinero cien por cien puro de oliva y un popurrí con unas alegrías que sólo podía cantar Javi Pájaro y un final apoteósico que tenía como gran protagonista la mar, sí, la mar, aquí el mar es femenino, eso es lo que hay. Algunos de los componentes hicieron cuplés para la comparsa y se cantaron en el Falla, entró ese año Lali como voz segunda supliéndome y la gran sorpresa, o tal vez una de los dos señales que me ratificaban que se acababa el show, Pepe Berenguer, el sastre que confeccionó el vestuario de mi primera comparsa, allá por 1984, volvía a encontrarse en mi camino para coser mi última viñeta gaditana. Dentro de poco se va a cumplir el primer aniversario de la boda de Pepe Berenguer con una pedazo de señora que se llama Manoli, que lo rescató de las cenizas, de lo que quedaba de Pepe en Vejer de la Frontera. Y fue en su boda donde le regalé el tipo de 'Requiebro', con sombrero calañé incluido, dentro de una enorme caja. Quién mejor que él, que lo parió, para cuidarlo.
Los disfraces que quedaban en mi casa, incluido el de 'Calle de la mar', también reposan en el mar, es una metáfora, lo que realmente quiero decir es que los tiré o los partí, pero creo que quedaba más romántico dicho de la otra manera ¿o no? Mi padre conserva unos cuantos porque sigue confiando que algún día tendremos un museo del Carnaval. Para qué le voy a quitar las ganas al pobre hombre si él es feliz así. Qué lástima de carnavales perdidos por falta de iniciativa política. De momento, sólo tenemos coplas para dejarles a nuestros hijos, ah, e internet, donde los grandes valientes se esconden para insultar a los demás.
Os acordáis de Jose Luis Perales cuando decía aquello de: "Una camisa, un pantalón vaquero y una canción, lalalá…", pues así empecé yo el mes de diciembre, con lo puesto, mis papeles y una guitarra, viviendo en un apartamento frontal al mar y terminando a duras penas un repertorio que se me atragantaba cada noche. Yo llegaba al local de ensayo y a veces me quedaba o me iba, eso no era normal en mí; yo que había vivido intensamente cada minuto de todos mis años de carnaval le daba la espalda y prefería quedarme en mi casa viendo la televisión o fumando sin parar contemplando puestas de sol y amaneceres. Igual que le ocurrió a Pepe Berenguer, en febrero conocí a mi actual mujer, a Fany, que me levantó del suelo y me ayudó a levantarme y a seguir luchando. En una ocasión me dijeron que uno se había enterado por un amigo que le había contado a través de un conocido… lo normal que ocurre aquí siempre, vamos, "que sí, que una madrileña que está con él tiene la culpa de que no salga más en carnaval, que le ha comío el coco y ahora quiere ser cantante". Pues no, craso error compañeros del metal, ella es gaditana, me apoya en todo lo que hago, ya sea carnaval o macramé y no es la culpable de que yo haya dicho adiós al mundo del tres por cuatro; de no haber sido por ella, posiblemente yo ni siquiera hoy estaría aquí, así que aclarado este punto espero que nunca más tenga que escuchar un comentario semejante que ponga en entredicho su papel como mi esposa que lo es desde el trece de julio del pasado año.
Llegó el día de la final. Esa noche estaba cantando con Pasión Vega en el Teatro Lope de Vega de Sevilla y horas más tarde Fany y yo nos pasamos por el colegio Carlos III, lugar escogido para maquillar al personal. Cantamos, mejor dicho, cantaron, y cuando me quise dar cuenta reparé en que la segunda señal estaba delante de mis narices: mi comparsa cerraba la gran final, éramos los últimos, sólo quedaba yo y se cerraría la puerta del teatro. Era el final de todo. Con un tercer premio bajo el brazo dije adiós a los integrantes de la comparsa y me fui con mi mujer para soñar con tiempos mejores. Aprovecho la ocasión para agradecerle a Isa Gallardo, mi hermanita chica, y a Pedro, su pasión por mis coplas y su apoyo en unos momentos de grandes debilidades.
Y esto es todo amigos, hay muchas cosas, muchas más que se me quedan en el tintero pero que nunca verán la luz. He contado lo que viví y me he callado lo que no le interesa a nadie saber de mi vida. Hoy me toca pregonar el Carnaval de Cádiz y una vez que acabe este niño coplero desaparecerá para siempre. He amado, he sufrido, he ganado, he perdido, he aprendido, he llorado, he resucitado y todo gracias al Carnaval. Bendito sea.
Posdata. Fue un tal Antonio quien mató a Martínez Ares.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 2 de Febrero de 2.008
Etiquetas:
Carnaval,
Martínez Ares,
Yo maté a Martínez Ares
El silencio de mis corderos
La revolución. La idea nació en uno de los viajes que mi antiguo grupo hacía con 'Flamenkito apaleao' l Canté el primero el pasodoble al Piru porque así lo sentía, no entendí el cuplé de 'Los ángeles caídos'

"La revolución", que obtuvo el segundo premio, durante una de sus actuaciones.
LA afición volvía a estar dividida pero contenta porque tenía dos comparsas por el precio de una aunque, en ocasiones, la pasión se convertía en fanatismo y ésta en una falta de respeto absoluto. No obstante cada grupo iba a lo suyo, sin amistades de por medio ni un hola ni un adiós, con las miradas puestas en ganar el próximo concurso y en cantar cuanto más mejor, que llevar a casa un sueldo haciendo lo que te gusta es como que te toque la lotería y llevarte un sobresueldo más mejón todavía. Salvi entró en la formación y se hizo cargo del bombo, ese gran desconocido y a la vez temido instrumento gaditano. La idea de la comparsa 'La revolución' surgió en uno de tantos viajes que hacíamos en autobús 'La Milagrosa' y 'Flamenkito apaleao', cuando todavía mi ex grupo era mi grupo y la chirigota de Juan Carlos Aragón no era su comparsa. Camino de Adamuz, provincia de Córdoba, se me ocurrió que además de que cada uno hiciera su agrupación uniésemos las dos formaciones para crear un coro revolucionario gaditano-cubano. Esa tarde entre risas y cubatas todos dijimos que sí y meses más tarde, cosas de la vida, yo me quedé con la tienda y Juan Carlos con los niños.
Creí que sería una buena idea hacer una comparsa de viejos músicos revolucionarios ya vencidos por la edad que habían llegado a Cádiz, a lo mejor contratados por la Diputación, quién sabe, y que entre canción y bolero, entre guaguancó y guaracha contaban y cantaban a los gaditanos cómo se sobrevive a una revolución que huele a dictadura. El diseño del vestuario fue obra de Teresa Torres bajo la supervisión de Paco Catalán. Francamente, no era eso lo que yo tenía en la cabeza, pero bueno, no había más remedio que aceptar que la comparsa era muy colorida, muy lucida, muy vistosa, muy primorosa, muy Batista, pero nada revolucionaria, éramos, como bien dijo Juan Carlos Aragón un día a un amigo mío, los hijos secretos de Gloria Estefan. Es lo único de su repertorio de ese año en lo que estoy de acuerdo.
Comenzaron a desfilar las primeras tensiones por el local de ensayo de la lonja, tensiones que volvían a tener como protagonistas principales a autor y director. El grupo volvió a trabajar muy duro para competir un año más en el Falla y yo empezaba a abrirme un hueco cada vez más grande en el mundo de la música. He de apuntar un dato, el año de 'La niña de mis ojos' el decorado de los ciegos que representaba la cuesta de la Catedral Vieja fue obra de Manué, otro de los grandes artesanos de esta fiesta. Recuerdo que me alquiló una pequeña habitación, pared con pared con su taller, en un patio al fondo de un larguísimo pasillo, que tenía toda la pinta de haber sido entrada y salida de caballos en épocas anteriores, en la Plaza de España. Al año siguiente el atrezzo cayó en otras manos artesanas, las de los hermanos Rube, que también llevan años y años terminando las obras que empiezan los autores del Carnaval. No sólo confeccionaron el decorado sino que además nos facilitaron el cuartel general para que nos maquilláramos los días de concurso. Ha sido el año que más cerca hemos estado del teatro, justo enfrente, en un bajo de la Casa de las Viudas, en plena Plaza de Fragela; te salías a fumar un cigarro y tenías el Falla enfrente, estaba tan cerca, tan cerca que no podíamos salir a la calle porque sabíamos que se nos llenaría el local de curiosos y fanáticos, que ahora se llaman así.
Durante cuatro meses intenté convencer al grupo de la importancia de llevar instrumentos. Yo quería llevar un contrabajo y no había manera; que si era muy caro, que dónde lo metemos, eso no es práctico, total, pa un momento… al final me conformé con unas maracas y, ésa es otra, las maracas pasaron por un montón de manos hasta que llegaron a las mías. El resultado fue una orquesta que llevaba además de guitarras, bombo y caja, maracas, timbales y una trompeta que no pudo tocar mejor el Pájaro todos los días de concurso. Ah, y un baile que se quedó porque era simple, que si no ni eso. No, no era esa 'La revolución' que yo tenía en mi cabeza pero no había más remedio que aceptar que uno era el autor y punto. La presentación: un despliegue de voces, uno a uno íbamos sumando gargantas hasta que la trompeta ponía los vellos de punta del personal. Los pasodobles eran melódicos, muy espíritu bolero. Para esta comparsa compuse dos estribillos y un popurrí con músicas originales pero basadas en todo lo que había escuchado y que me sonaba a Cuba, un país que todavía no he tenido la suerte de conocer, desde Compay hasta Ibrahim Ferrer, de Omara Portuondo a Barbarito y particularmente una colección de música cubana que Faustino Núñez me regaló en cuanto se enteró de mi proyecto comparsero. El primer día de concurso, estábamos a punto de iniciar el pasacalles cuando alguien de mi grupo me aseguró que los de Juan Carlos nos tenían preparada una letra por si cantábamos el pasodoble al Piru. Yo dije: "Vale, que lo canten" y no le di mayor importancia. ¿A qué venía eso? ¿Tan importante era para los nuevos de ese grupo la memoria de un hombre que había fallecido y que no conocían de nada? ¿Tan importante era aquello que hasta los nuevos me guardaran rencor por dedicarle una copla al Piru? No lo entendí entonces y todavía lo entiendo menos, lo único que sé es que lo canté el primer día y el primero de todos los pasodobles porque así lo sentía y volvería a hacerlo, pese a todo. Me regalaron un cuplecito con dardos envenenados. Yo, sinceramente, no lo escuché, estaba durmiendo, pero me despertaron algunos amigos para decirme lo que había ocurrido. Y después dicen que las cuestiones personales que se cantan en el Falla no puntúan, ¡Ja!. Y poco más, ganaron, y a cuenta del pasodoble y el cuplé tuvimos en ocasiones más que palabras, una vergüenza. Y hablando de vergüenza, hay que mirarle el lado positivo a todo en esta vida si no ¿cómo es posible ver hoy a muchos de aquellos que casi se mataban unidos por los lazos del Carnaval?
Ya lo dice el refrán: "A perro flaco…". Sí, la revolución también llegó a mi vida personal, a mi casa, a mi matrimonio y yo no podía hacer nada para solucionarlo. Fue un verano especialmente crudo, difícil y muy tenso porque el Carnaval, que me lo había dado casi todo, también me estaba quitando lo que había construido. Siempre dije que el día que el Carnaval entrara en mi casa lo dejaría, pero lo que no podía imaginarme es que entrara y me echara de mi hogar. Para mí este año y el de 'Calle de la Mar' fueron los peores de mi vida y sinceramente, tengo dos hijos y no quiero remover el pasado. Eso sí, jamás perdonaré a algunos componentes de mi comparsa que sabían que mi matrimonio estaba roto pero prefirieron callarse para aumentar su currículum y, de paso, la cuenta corriente. Y se acabó. Si alguien quiere más sangre que se corte las venas.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 1 de Febrero de 2008

"La revolución", que obtuvo el segundo premio, durante una de sus actuaciones.
LA afición volvía a estar dividida pero contenta porque tenía dos comparsas por el precio de una aunque, en ocasiones, la pasión se convertía en fanatismo y ésta en una falta de respeto absoluto. No obstante cada grupo iba a lo suyo, sin amistades de por medio ni un hola ni un adiós, con las miradas puestas en ganar el próximo concurso y en cantar cuanto más mejor, que llevar a casa un sueldo haciendo lo que te gusta es como que te toque la lotería y llevarte un sobresueldo más mejón todavía. Salvi entró en la formación y se hizo cargo del bombo, ese gran desconocido y a la vez temido instrumento gaditano. La idea de la comparsa 'La revolución' surgió en uno de tantos viajes que hacíamos en autobús 'La Milagrosa' y 'Flamenkito apaleao', cuando todavía mi ex grupo era mi grupo y la chirigota de Juan Carlos Aragón no era su comparsa. Camino de Adamuz, provincia de Córdoba, se me ocurrió que además de que cada uno hiciera su agrupación uniésemos las dos formaciones para crear un coro revolucionario gaditano-cubano. Esa tarde entre risas y cubatas todos dijimos que sí y meses más tarde, cosas de la vida, yo me quedé con la tienda y Juan Carlos con los niños.
Creí que sería una buena idea hacer una comparsa de viejos músicos revolucionarios ya vencidos por la edad que habían llegado a Cádiz, a lo mejor contratados por la Diputación, quién sabe, y que entre canción y bolero, entre guaguancó y guaracha contaban y cantaban a los gaditanos cómo se sobrevive a una revolución que huele a dictadura. El diseño del vestuario fue obra de Teresa Torres bajo la supervisión de Paco Catalán. Francamente, no era eso lo que yo tenía en la cabeza, pero bueno, no había más remedio que aceptar que la comparsa era muy colorida, muy lucida, muy vistosa, muy primorosa, muy Batista, pero nada revolucionaria, éramos, como bien dijo Juan Carlos Aragón un día a un amigo mío, los hijos secretos de Gloria Estefan. Es lo único de su repertorio de ese año en lo que estoy de acuerdo.
Comenzaron a desfilar las primeras tensiones por el local de ensayo de la lonja, tensiones que volvían a tener como protagonistas principales a autor y director. El grupo volvió a trabajar muy duro para competir un año más en el Falla y yo empezaba a abrirme un hueco cada vez más grande en el mundo de la música. He de apuntar un dato, el año de 'La niña de mis ojos' el decorado de los ciegos que representaba la cuesta de la Catedral Vieja fue obra de Manué, otro de los grandes artesanos de esta fiesta. Recuerdo que me alquiló una pequeña habitación, pared con pared con su taller, en un patio al fondo de un larguísimo pasillo, que tenía toda la pinta de haber sido entrada y salida de caballos en épocas anteriores, en la Plaza de España. Al año siguiente el atrezzo cayó en otras manos artesanas, las de los hermanos Rube, que también llevan años y años terminando las obras que empiezan los autores del Carnaval. No sólo confeccionaron el decorado sino que además nos facilitaron el cuartel general para que nos maquilláramos los días de concurso. Ha sido el año que más cerca hemos estado del teatro, justo enfrente, en un bajo de la Casa de las Viudas, en plena Plaza de Fragela; te salías a fumar un cigarro y tenías el Falla enfrente, estaba tan cerca, tan cerca que no podíamos salir a la calle porque sabíamos que se nos llenaría el local de curiosos y fanáticos, que ahora se llaman así.
Durante cuatro meses intenté convencer al grupo de la importancia de llevar instrumentos. Yo quería llevar un contrabajo y no había manera; que si era muy caro, que dónde lo metemos, eso no es práctico, total, pa un momento… al final me conformé con unas maracas y, ésa es otra, las maracas pasaron por un montón de manos hasta que llegaron a las mías. El resultado fue una orquesta que llevaba además de guitarras, bombo y caja, maracas, timbales y una trompeta que no pudo tocar mejor el Pájaro todos los días de concurso. Ah, y un baile que se quedó porque era simple, que si no ni eso. No, no era esa 'La revolución' que yo tenía en mi cabeza pero no había más remedio que aceptar que uno era el autor y punto. La presentación: un despliegue de voces, uno a uno íbamos sumando gargantas hasta que la trompeta ponía los vellos de punta del personal. Los pasodobles eran melódicos, muy espíritu bolero. Para esta comparsa compuse dos estribillos y un popurrí con músicas originales pero basadas en todo lo que había escuchado y que me sonaba a Cuba, un país que todavía no he tenido la suerte de conocer, desde Compay hasta Ibrahim Ferrer, de Omara Portuondo a Barbarito y particularmente una colección de música cubana que Faustino Núñez me regaló en cuanto se enteró de mi proyecto comparsero. El primer día de concurso, estábamos a punto de iniciar el pasacalles cuando alguien de mi grupo me aseguró que los de Juan Carlos nos tenían preparada una letra por si cantábamos el pasodoble al Piru. Yo dije: "Vale, que lo canten" y no le di mayor importancia. ¿A qué venía eso? ¿Tan importante era para los nuevos de ese grupo la memoria de un hombre que había fallecido y que no conocían de nada? ¿Tan importante era aquello que hasta los nuevos me guardaran rencor por dedicarle una copla al Piru? No lo entendí entonces y todavía lo entiendo menos, lo único que sé es que lo canté el primer día y el primero de todos los pasodobles porque así lo sentía y volvería a hacerlo, pese a todo. Me regalaron un cuplecito con dardos envenenados. Yo, sinceramente, no lo escuché, estaba durmiendo, pero me despertaron algunos amigos para decirme lo que había ocurrido. Y después dicen que las cuestiones personales que se cantan en el Falla no puntúan, ¡Ja!. Y poco más, ganaron, y a cuenta del pasodoble y el cuplé tuvimos en ocasiones más que palabras, una vergüenza. Y hablando de vergüenza, hay que mirarle el lado positivo a todo en esta vida si no ¿cómo es posible ver hoy a muchos de aquellos que casi se mataban unidos por los lazos del Carnaval?
Ya lo dice el refrán: "A perro flaco…". Sí, la revolución también llegó a mi vida personal, a mi casa, a mi matrimonio y yo no podía hacer nada para solucionarlo. Fue un verano especialmente crudo, difícil y muy tenso porque el Carnaval, que me lo había dado casi todo, también me estaba quitando lo que había construido. Siempre dije que el día que el Carnaval entrara en mi casa lo dejaría, pero lo que no podía imaginarme es que entrara y me echara de mi hogar. Para mí este año y el de 'Calle de la Mar' fueron los peores de mi vida y sinceramente, tengo dos hijos y no quiero remover el pasado. Eso sí, jamás perdonaré a algunos componentes de mi comparsa que sabían que mi matrimonio estaba roto pero prefirieron callarse para aumentar su currículum y, de paso, la cuenta corriente. Y se acabó. Si alguien quiere más sangre que se corte las venas.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 1 de Febrero de 2008
Etiquetas:
Carnaval,
Martínez Ares,
Yo maté a Martínez Ares
Si no lo veo, no lo creo
La niña de mis ojos. La presión que soportamos en 'La milagrosa' fue la gota que colmó un vaso lleno de debates, cuestiones internas y personales l Tenía rabia y eso me hizo ilusionarme para competir.

"La niña de mis ojos", es una de las comparsas más recordadas de Antonio Martínez Ares.
En una ocasión un componente del grupo hizo este comentario: "Somos los componentes que mejor nos llevamos en Cádiz, seguro". Yo, sin embargo lo negué: "Creo que no, creo que somos los que mejor nos soportamos". Y tampoco, porque estaba escrito que el final de nuestros días se acercaba peligrosamente. Fue en verano, en El Carpio, en Córdoba, durante una actuación cuando me di cuenta que habíamos tocado fondo. La presión que soportamos con 'La milagrosa' fue la gota que colmó un vaso lleno de debates, cuestiones internas, cuestiones muy personales y, sobre todo, la visión enfrentada de autor y director que a la postre fue lo que provocó el cataclismo. En el camino de vuelta, en el autobús, mientras todos dormían, yo me cuestionaba qué era lo mejor para nosotros y para mí. La postura más salomónica era tirar por la calle de en medio, es decir, descansamos un año, pero ¿y después?, ¿qué pasaría? No, ésa no era la solución, lo mejor era coger el toro por los cuernos, agarrar la tijera con mano firme y cortar aún a sabiendas del daño que iba a ocasionar. Si quería seguir, si quería volver a ilusionarme tenía que cambiar muchas cosas y, sobre todo, componentes. Aquel viaje fue traumático porque sabía que una vez que me bajara del autobús nunca más volveríamos a estar juntos.No era la primera vez que Ángel Zubiela me comunicaba tajantemente que "éste es mi último año" y eso también llegó a hartarme. Una tarde, en la tienda, Ángel y yo quedamos para hablar sobre la comparsa. Los dos estábamos de acuerdo en que había que cambiar el grupo y de hecho ambos teníamos la misma lista de no convocados, la misma, a excepción de uno o dos, a lo sumo. El problema surgió cuando le dije que aprovechando que él no iba a salir cambiaría el grupo, y ahí empezó la odisea. Días más tarde, todos, incluidos los no convocados, ya tenían nuevo autor y un director que seguía con un grupo de amigos. Cada uno dirá lo que quiera sobre este tema, yo digo lo que viví y lo digo a grandes rasgos porque después de tantos años, francamente, no tengo ganas de recordar todo lo que ocurrió; fue horrible para todos, estoy seguro que también para ellos supuso un mal trago. El Carnaval, algo que nos había unido durante años había acabado con nosotros. Por eso y por otras muchas cosas desagradables dejé este circo. Es cierto, tenía rabia, igual que ellos y eso me llevó a ilusionarme para competir de nuevo. Quedamos muy pocos, tan pocos que cabíamos en un sofá en casa de Miguel Ángel García Cossío. Allí empezamos a tirar de agenda y a llamar a todos los que se nos ocurrían por si querían salir con nosotros. Conseguimos crear un grupo que para mí fue el mejor de todos, lo siento, pero es lo que pienso. Trabajamos duro para enfrentarnos ya no sólo a una comparsa que venía avalada por el morbo sino a unos aficionados que no daban un duro por nosotros. La primera noche que cantamos en el Falla el camerino estaba vacío, pero todo cambió en cuanto se abrieron las cortinas y abrimos la boca. Sí, ese año volví a cantar con la comparsa y diseñé el disfraz de ciego, un tipo que tenía reservado para mi antiguo grupo. Entraron muchos nuevos, Miguel Chozas, Christian, volvió Ricardo, Sergio, Rafa Piñero, Pájaro, Francis, Bubu, Antoñito y Dani y de la nada empezamos a crear una comparsa. El local de ensayo se trasladó a La Lonja, la sastra fue Tere Torres y el maquillaje corrió a cargo de Piarlé, porque Paco Leal era tan amigo de unos y de otros que cerró su maletín de pinturas desde ese año. Para poder vestir a la comparsa tuve que pedir un préstamo personal poniendo como aval mi propia casa. Ahora, cuando lo pienso, me doy cuenta de las estupideces que he hecho en mi vida por los demás y cuánto poco bueno he hecho por mí y los míos, que son muy poquitos. Fue tanta nuestra ceguera, la de unos y otros, que cuando rompimos del todo la cuerda no reparamos en El Piru, un hombre que se quedaba prácticamente sin familia y que no aguantó la separación. Se murió y el velatorio fue otro momento para no volver a recordar nunca más. Me acerqué para ver al Piru, que estaba de cuerpo presente, y me salí para no volver a cruzar palabra con ninguno de ellos. Hay quien me echó en cara que no le diera el pésame, ¿el pésame?, ¿acaso se dan el pésame los muertos entre sí? Maldito año el que nos tocó vivir, maldito sea el Carnaval que es capaz de pudrir la sangre de los hombres y llevarnos hasta la enfermedad y el paroxismo. Yo colgué un crespón negro en mi cayado en memoria de un hombre que me quiso como un hijo y al que yo abandoné por la mierda de un concurso que también saca lo peor de nosotros. Para crear mi comparsa hablé con uno de los responsables de la ONCE en Cádiz, Mariano Poyatos, quien me descubrió paseando por las mañanas cómo veía un ciego la ciudad de mis amores. "Las calles son como un libro, tienen la forma de un libro, algunas están escritas y otras no dicen absolutamente nada, eso tienes que descubrirlo tú", me dijo. Genial. Incluso los olores eran esenciales para saber de qué lado venía el viento, si la marea bajaba o subía, si una mujer se acercaba o se alejaba. Impresionante. Para darle mayor énfasis fuimos ciegos al Falla, entiéndanme, con vendas, esa venda en los ojos que no te deja ver la realidad, y eso nos ayudó y mucho a conseguir el éxito. "Pobre de aquel, que aún mirando nada ve…". Así iniciamos nuestro periplo por el Falla con una presentación terrible, llena de fuerza, con una música de pasodoble que contenía un final original y con letras arriesgadas, con cuplés graciosos y un estribillo que rescaté del cajón del olvido y un popurrit que arrancaba al público de la butaca. Sí, ganamos un primer premio y lo celebramos como nunca en el Mentidero, en la peña de la chirigota del Love y compañía. Al día siguiente fuimos a la plaza de San Francisco en Sevilla y allí nos encontramos con 'Los condenaos'. Y allí estaba el segundo premio feliz, un grupo feliz con gente que no estaba convocada para salir en ese grupo, pero feliz. Yo con mi nuevo grupo vivía una segunda juventud que duró mucho menos de lo que esperaba. "¡Qué bien nos llevamos!", me acuerdo que me dijo un día uno de los nuevos componentes. Y otra vez me eché a temblar.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 31 de Enero de 2008

"La niña de mis ojos", es una de las comparsas más recordadas de Antonio Martínez Ares.
En una ocasión un componente del grupo hizo este comentario: "Somos los componentes que mejor nos llevamos en Cádiz, seguro". Yo, sin embargo lo negué: "Creo que no, creo que somos los que mejor nos soportamos". Y tampoco, porque estaba escrito que el final de nuestros días se acercaba peligrosamente. Fue en verano, en El Carpio, en Córdoba, durante una actuación cuando me di cuenta que habíamos tocado fondo. La presión que soportamos con 'La milagrosa' fue la gota que colmó un vaso lleno de debates, cuestiones internas, cuestiones muy personales y, sobre todo, la visión enfrentada de autor y director que a la postre fue lo que provocó el cataclismo. En el camino de vuelta, en el autobús, mientras todos dormían, yo me cuestionaba qué era lo mejor para nosotros y para mí. La postura más salomónica era tirar por la calle de en medio, es decir, descansamos un año, pero ¿y después?, ¿qué pasaría? No, ésa no era la solución, lo mejor era coger el toro por los cuernos, agarrar la tijera con mano firme y cortar aún a sabiendas del daño que iba a ocasionar. Si quería seguir, si quería volver a ilusionarme tenía que cambiar muchas cosas y, sobre todo, componentes. Aquel viaje fue traumático porque sabía que una vez que me bajara del autobús nunca más volveríamos a estar juntos.No era la primera vez que Ángel Zubiela me comunicaba tajantemente que "éste es mi último año" y eso también llegó a hartarme. Una tarde, en la tienda, Ángel y yo quedamos para hablar sobre la comparsa. Los dos estábamos de acuerdo en que había que cambiar el grupo y de hecho ambos teníamos la misma lista de no convocados, la misma, a excepción de uno o dos, a lo sumo. El problema surgió cuando le dije que aprovechando que él no iba a salir cambiaría el grupo, y ahí empezó la odisea. Días más tarde, todos, incluidos los no convocados, ya tenían nuevo autor y un director que seguía con un grupo de amigos. Cada uno dirá lo que quiera sobre este tema, yo digo lo que viví y lo digo a grandes rasgos porque después de tantos años, francamente, no tengo ganas de recordar todo lo que ocurrió; fue horrible para todos, estoy seguro que también para ellos supuso un mal trago. El Carnaval, algo que nos había unido durante años había acabado con nosotros. Por eso y por otras muchas cosas desagradables dejé este circo. Es cierto, tenía rabia, igual que ellos y eso me llevó a ilusionarme para competir de nuevo. Quedamos muy pocos, tan pocos que cabíamos en un sofá en casa de Miguel Ángel García Cossío. Allí empezamos a tirar de agenda y a llamar a todos los que se nos ocurrían por si querían salir con nosotros. Conseguimos crear un grupo que para mí fue el mejor de todos, lo siento, pero es lo que pienso. Trabajamos duro para enfrentarnos ya no sólo a una comparsa que venía avalada por el morbo sino a unos aficionados que no daban un duro por nosotros. La primera noche que cantamos en el Falla el camerino estaba vacío, pero todo cambió en cuanto se abrieron las cortinas y abrimos la boca. Sí, ese año volví a cantar con la comparsa y diseñé el disfraz de ciego, un tipo que tenía reservado para mi antiguo grupo. Entraron muchos nuevos, Miguel Chozas, Christian, volvió Ricardo, Sergio, Rafa Piñero, Pájaro, Francis, Bubu, Antoñito y Dani y de la nada empezamos a crear una comparsa. El local de ensayo se trasladó a La Lonja, la sastra fue Tere Torres y el maquillaje corrió a cargo de Piarlé, porque Paco Leal era tan amigo de unos y de otros que cerró su maletín de pinturas desde ese año. Para poder vestir a la comparsa tuve que pedir un préstamo personal poniendo como aval mi propia casa. Ahora, cuando lo pienso, me doy cuenta de las estupideces que he hecho en mi vida por los demás y cuánto poco bueno he hecho por mí y los míos, que son muy poquitos. Fue tanta nuestra ceguera, la de unos y otros, que cuando rompimos del todo la cuerda no reparamos en El Piru, un hombre que se quedaba prácticamente sin familia y que no aguantó la separación. Se murió y el velatorio fue otro momento para no volver a recordar nunca más. Me acerqué para ver al Piru, que estaba de cuerpo presente, y me salí para no volver a cruzar palabra con ninguno de ellos. Hay quien me echó en cara que no le diera el pésame, ¿el pésame?, ¿acaso se dan el pésame los muertos entre sí? Maldito año el que nos tocó vivir, maldito sea el Carnaval que es capaz de pudrir la sangre de los hombres y llevarnos hasta la enfermedad y el paroxismo. Yo colgué un crespón negro en mi cayado en memoria de un hombre que me quiso como un hijo y al que yo abandoné por la mierda de un concurso que también saca lo peor de nosotros. Para crear mi comparsa hablé con uno de los responsables de la ONCE en Cádiz, Mariano Poyatos, quien me descubrió paseando por las mañanas cómo veía un ciego la ciudad de mis amores. "Las calles son como un libro, tienen la forma de un libro, algunas están escritas y otras no dicen absolutamente nada, eso tienes que descubrirlo tú", me dijo. Genial. Incluso los olores eran esenciales para saber de qué lado venía el viento, si la marea bajaba o subía, si una mujer se acercaba o se alejaba. Impresionante. Para darle mayor énfasis fuimos ciegos al Falla, entiéndanme, con vendas, esa venda en los ojos que no te deja ver la realidad, y eso nos ayudó y mucho a conseguir el éxito. "Pobre de aquel, que aún mirando nada ve…". Así iniciamos nuestro periplo por el Falla con una presentación terrible, llena de fuerza, con una música de pasodoble que contenía un final original y con letras arriesgadas, con cuplés graciosos y un estribillo que rescaté del cajón del olvido y un popurrit que arrancaba al público de la butaca. Sí, ganamos un primer premio y lo celebramos como nunca en el Mentidero, en la peña de la chirigota del Love y compañía. Al día siguiente fuimos a la plaza de San Francisco en Sevilla y allí nos encontramos con 'Los condenaos'. Y allí estaba el segundo premio feliz, un grupo feliz con gente que no estaba convocada para salir en ese grupo, pero feliz. Yo con mi nuevo grupo vivía una segunda juventud que duró mucho menos de lo que esperaba. "¡Qué bien nos llevamos!", me acuerdo que me dijo un día uno de los nuevos componentes. Y otra vez me eché a temblar.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 31 de Enero de 2008
Etiquetas:
Carnaval,
Martínez Ares,
Yo maté a Martínez Ares
miércoles, 6 de febrero de 2008
Tony-B
Si alguien se ve como un DJ frustrado entonces lo suyo es que vaya a http://www.tony-b.org/, se queda uno embobado dándole a la maquinita y haciendo ritmos. Me veo en Ibiza de DJ, jajaja
Nano de Jerez
Aquí van un par de cositas del Nano. Primero, el chiste del bombero que es para matarse y luego unas bulerías con Diego Carrasco a la guitarra que sale clavado al "Sevilla" de los Mojinos.
El bombero
Bulerías
El bombero
Bulerías
¡Brindemos con champán por los muertos!
La milagrosa. Mi familia y la comparsa sufrieron el acoso de aficionados, políticos y prensa por ser vicepresidente de la Asociación de Autores l En verano llegó un calvario que me costó una depresión

"La milagrosa" es uno de los grandes cajonazos de la historia del Carnaval.
DESDE hacía varios años formaba parte de la directiva de la Asociación de Autores del Carnaval de Cádiz, yo era el vicepresidente, la mano derecha de José Antonio Valdivia Bosch, un hombre que ha dado hasta el corazón, nunca mejor dicho, por un concurso que no siempre saca lo mejor de los gaditanos. Un día sí y otro también quedábamos en una cochambrosa habitación en la calle Ancha para intentar cambiar las normas anticuadas de un concurso que asfixiaba a los verdaderos creadores del gran circo de Cádiz, pero no pensábamos que nos iba a costar la salud. Pretendíamos que los autores hicieran el concurso -algo de lo que ahora me arrepiento porque he comprendido que es del todo imposible- y que éste no estuviera bajo el auspicio del Ayuntamiento que siempre nos aseguraba que perdía dinero con el mismo. Aun así no lo soltaban y no tuvimos más remedio que poner a la Fundación Gaditana del Carnaval en un verdadero aprieto: "Pues nada, haremos un concurso paralelo". Me consta que pensaron que era un farol pero cuando vieron la respuesta del colectivo la historia fue bien distinta y empezó la fiesta. Por primera vez en la historia casi todos estábamos de acuerdo en algo, lástima que al final la mayoría también estuvo de acuerdo en dejarnos solos. La radio ya no podría estar en las bambalinas, había que acabar con la reventa, el coladero de los pases de favor pasaría a mejor vida, cualquier contrato con la televisión tendría que tener el visto bueno de la asociación, quien, además, negociaría los derechos que generara cualquier emisión, la ley de espectáculos se respetaría por encima de todo, la publicidad que consiguiera el Ayuntamiento por difundir el carnaval también tendría que repercutir en los artistas carnavalescos, las agrupaciones debían presentar documentación que asegurara que los decorados y atrezzos cumplían la ley… vamos, que lo poníamos todo boca arriba y eso, como que no. Además de mi familia, la comparsa fue la que más sufrió el acoso y derribo de aficionados, políticos, prensa, internautas e incluso compañeros de fatigas que nos deseaban un escarmiento público.
'Los templarios' dieron paso a una comparsa que significó, es lo que yo pienso, mi primer intento de hacer un teatro musical bajo el prisma del Carnaval. 'La milagrosa' fue el último de los nombres de una larga lista que siempre terminaba con 'Jeremías', 'La balada de Jeremías', 'El carromato de Jeremías', simplemente 'Jeremías' y todo porque siempre me venía a la cabeza la película en la que Robert Redford daba vida a Jeremías Johnson, el trampero que dirigió Sydney Pollack. Lo que sí estaba claro es que teníamos que representar al típico buhonero, estafador, embaucador, curalotodo, charlatán, vendedor de humo. Nos hacía falta, para que la gente entendiera el mensaje, un carromato que también yo diseñé y que confeccionaron Fali Vila y su padre. La decoración exterior del mismo, paneles que ilustraban una ciudad antigua que podía curarte cualquier dolencia con sus pociones milagrosas fue obra de Jesús Pino. Sólo dos cambios en las filas, Ricardo dejó su lugar a José Juan Pastrana en la instrumentación y Pedro Espinosa decidió no salir por motivos profesionales. Me habría gustado que el disfraz hubiera sido más rufián, época de Huckleberry Finn o tal vez más lejano oeste, ambientado quizás en películas como 'La leyenda de la ciudad sin nombre', con un abrigo que al abrirse mostrara una amplia gama de botellas, cachivaches, perfumes, lociones, ungüentos, aceites, pañuelos, pero no, lo único americano que reflejábamos eran unos pantalones muy al estilo de otra película, Gangs of New York, de Martin Scorsese, pero ya está. Ah, y unas gafas, eso sí. Ah, y un foulard, muy de la época, sí señor. Ah, y unos tirantes.
Los tres días de concurso, que no fueron más, salí a escena con ellos. ¡Quién me mandaba a mí meterme otra vez en la boca del lobo! No, esta vez no canté y sí, me hice el tipo, que días más tarde destrocé con mis propias manos; yo sólo abría las puertas del carromato y me dejaba ver, pero cada vez que lo hacía el público ya me estaba echando en cara los nuevos cambios del reglamento con bellos piropos gaditanos. Qué curioso, ahora el concurso se rige por unas normas que todos defienden y que resultan ser las mismas de las que abanderamos hace ya como diez años. Eso sin hablar del Museo del Carnaval, que también conseguimos que el proyecto se pusiera en marcha, pero es que el Alzheimer es lo que tiene, que no respeta ni siquiera a los carnavaleros.
Desde el primer día sabíamos que no simpatizábamos con el público, o mejor dicho que yo no simpatizaba con el público y que la comparsa y nuestras familias lo iban a sufrir. Aguantamos de todo, nos dijeron barbaridades, pero nuestra obligación era dar la cara y seguir cantando. Mucha gente, ahora que ya ha llovido lo suyo, me cuenta que 'La milagrosa' es de sus comparsas favoritas y que el popurrí era como una pequeña obra de teatro. A buenas horas… pero gracias. El día de los cuchillos largos, es decir la noche que determinaban quiénes pasaban a la final, me encontraba en casa de José Luis cenando y terminando dos cuplés para la finalísima. Pues bien, dijeron los nombres de las agrupaciones y nos quedamos esperando y esperando y esperando… no, no era una confusión, la comparsa se había quedado fuera de la final después de casi una década. Lo habían conseguido, nos habían castigado, a mí por intentar mejorar el concurso y a la comparsa por cantar las coplas de un niñato presuntuoso y engreído que se creía el rey del teatro Falla. Me fui para mi casa sin creérmelo, la gente era feliz sabiendo que nos habían guillotinado, de hecho, hubo un autor que descorchó una botella de champán en la plaza del Falla para brindar por mi fracaso; sí, es cierto, tan cierto como que años atrás ya me dejó caer que la había comprado y guardado en la nevera para que estuviera fresquita el día que me dejaran fuera de la final.
Lo que no sabe nadie es que yo, una semana antes de saber si pasábamos o no a la final, había escrito un pasodoble con el que me quería despedir de la fiesta. Mi intención era cantarlo el último día junto con un pasodoble dedicado a la alcaldesa de Cádiz. Ambos me los comí con patatas fritas pero ya por mi cabeza estaba presente la idea de abandonar el Carnaval: no quería seguir. Todo se rompía a mi alrededor y no podía hacer nada para evitarlo. Llegó el verano y con él un calvario que me costó una depresión. Lo único bueno de aquel año llegó en diciembre. Se llama Paula de Lirio, la niña de mis ojos y ya tiene siete años.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 30 de Enero de 2.008

"La milagrosa" es uno de los grandes cajonazos de la historia del Carnaval.
DESDE hacía varios años formaba parte de la directiva de la Asociación de Autores del Carnaval de Cádiz, yo era el vicepresidente, la mano derecha de José Antonio Valdivia Bosch, un hombre que ha dado hasta el corazón, nunca mejor dicho, por un concurso que no siempre saca lo mejor de los gaditanos. Un día sí y otro también quedábamos en una cochambrosa habitación en la calle Ancha para intentar cambiar las normas anticuadas de un concurso que asfixiaba a los verdaderos creadores del gran circo de Cádiz, pero no pensábamos que nos iba a costar la salud. Pretendíamos que los autores hicieran el concurso -algo de lo que ahora me arrepiento porque he comprendido que es del todo imposible- y que éste no estuviera bajo el auspicio del Ayuntamiento que siempre nos aseguraba que perdía dinero con el mismo. Aun así no lo soltaban y no tuvimos más remedio que poner a la Fundación Gaditana del Carnaval en un verdadero aprieto: "Pues nada, haremos un concurso paralelo". Me consta que pensaron que era un farol pero cuando vieron la respuesta del colectivo la historia fue bien distinta y empezó la fiesta. Por primera vez en la historia casi todos estábamos de acuerdo en algo, lástima que al final la mayoría también estuvo de acuerdo en dejarnos solos. La radio ya no podría estar en las bambalinas, había que acabar con la reventa, el coladero de los pases de favor pasaría a mejor vida, cualquier contrato con la televisión tendría que tener el visto bueno de la asociación, quien, además, negociaría los derechos que generara cualquier emisión, la ley de espectáculos se respetaría por encima de todo, la publicidad que consiguiera el Ayuntamiento por difundir el carnaval también tendría que repercutir en los artistas carnavalescos, las agrupaciones debían presentar documentación que asegurara que los decorados y atrezzos cumplían la ley… vamos, que lo poníamos todo boca arriba y eso, como que no. Además de mi familia, la comparsa fue la que más sufrió el acoso y derribo de aficionados, políticos, prensa, internautas e incluso compañeros de fatigas que nos deseaban un escarmiento público.
'Los templarios' dieron paso a una comparsa que significó, es lo que yo pienso, mi primer intento de hacer un teatro musical bajo el prisma del Carnaval. 'La milagrosa' fue el último de los nombres de una larga lista que siempre terminaba con 'Jeremías', 'La balada de Jeremías', 'El carromato de Jeremías', simplemente 'Jeremías' y todo porque siempre me venía a la cabeza la película en la que Robert Redford daba vida a Jeremías Johnson, el trampero que dirigió Sydney Pollack. Lo que sí estaba claro es que teníamos que representar al típico buhonero, estafador, embaucador, curalotodo, charlatán, vendedor de humo. Nos hacía falta, para que la gente entendiera el mensaje, un carromato que también yo diseñé y que confeccionaron Fali Vila y su padre. La decoración exterior del mismo, paneles que ilustraban una ciudad antigua que podía curarte cualquier dolencia con sus pociones milagrosas fue obra de Jesús Pino. Sólo dos cambios en las filas, Ricardo dejó su lugar a José Juan Pastrana en la instrumentación y Pedro Espinosa decidió no salir por motivos profesionales. Me habría gustado que el disfraz hubiera sido más rufián, época de Huckleberry Finn o tal vez más lejano oeste, ambientado quizás en películas como 'La leyenda de la ciudad sin nombre', con un abrigo que al abrirse mostrara una amplia gama de botellas, cachivaches, perfumes, lociones, ungüentos, aceites, pañuelos, pero no, lo único americano que reflejábamos eran unos pantalones muy al estilo de otra película, Gangs of New York, de Martin Scorsese, pero ya está. Ah, y unas gafas, eso sí. Ah, y un foulard, muy de la época, sí señor. Ah, y unos tirantes.
Los tres días de concurso, que no fueron más, salí a escena con ellos. ¡Quién me mandaba a mí meterme otra vez en la boca del lobo! No, esta vez no canté y sí, me hice el tipo, que días más tarde destrocé con mis propias manos; yo sólo abría las puertas del carromato y me dejaba ver, pero cada vez que lo hacía el público ya me estaba echando en cara los nuevos cambios del reglamento con bellos piropos gaditanos. Qué curioso, ahora el concurso se rige por unas normas que todos defienden y que resultan ser las mismas de las que abanderamos hace ya como diez años. Eso sin hablar del Museo del Carnaval, que también conseguimos que el proyecto se pusiera en marcha, pero es que el Alzheimer es lo que tiene, que no respeta ni siquiera a los carnavaleros.
Desde el primer día sabíamos que no simpatizábamos con el público, o mejor dicho que yo no simpatizaba con el público y que la comparsa y nuestras familias lo iban a sufrir. Aguantamos de todo, nos dijeron barbaridades, pero nuestra obligación era dar la cara y seguir cantando. Mucha gente, ahora que ya ha llovido lo suyo, me cuenta que 'La milagrosa' es de sus comparsas favoritas y que el popurrí era como una pequeña obra de teatro. A buenas horas… pero gracias. El día de los cuchillos largos, es decir la noche que determinaban quiénes pasaban a la final, me encontraba en casa de José Luis cenando y terminando dos cuplés para la finalísima. Pues bien, dijeron los nombres de las agrupaciones y nos quedamos esperando y esperando y esperando… no, no era una confusión, la comparsa se había quedado fuera de la final después de casi una década. Lo habían conseguido, nos habían castigado, a mí por intentar mejorar el concurso y a la comparsa por cantar las coplas de un niñato presuntuoso y engreído que se creía el rey del teatro Falla. Me fui para mi casa sin creérmelo, la gente era feliz sabiendo que nos habían guillotinado, de hecho, hubo un autor que descorchó una botella de champán en la plaza del Falla para brindar por mi fracaso; sí, es cierto, tan cierto como que años atrás ya me dejó caer que la había comprado y guardado en la nevera para que estuviera fresquita el día que me dejaran fuera de la final.
Lo que no sabe nadie es que yo, una semana antes de saber si pasábamos o no a la final, había escrito un pasodoble con el que me quería despedir de la fiesta. Mi intención era cantarlo el último día junto con un pasodoble dedicado a la alcaldesa de Cádiz. Ambos me los comí con patatas fritas pero ya por mi cabeza estaba presente la idea de abandonar el Carnaval: no quería seguir. Todo se rompía a mi alrededor y no podía hacer nada para evitarlo. Llegó el verano y con él un calvario que me costó una depresión. Lo único bueno de aquel año llegó en diciembre. Se llama Paula de Lirio, la niña de mis ojos y ya tiene siete años.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 30 de Enero de 2.008
Etiquetas:
Carnaval,
Martínez Ares,
Yo maté a Martínez Ares
Que Dios nos libre de los piratas
Los templarios. Tras el pelotazo del año anterior los aficionados se compraron lupas para buscarnos pequeños defectos l El jurado nos dio un tercero que nos supo a poco pero que nos mantenía arriba.

"Los templarios" consiguió el tercer premio en el concurso en una final de lo más atípica.
TRAS un pelotazo del calibre de 'Los piratas' los aficionados al Carnaval se apresuraron a comprar lupas con las que buscarnos pequeños defectos de cara a un nuevo concurso. Evidentemente, éramos unos privilegiados porque allí donde cantábamos los fans guardaban colas eternas para hacerse fotos, pedir autógrafos o rogar que los pasáramos a camerinos o nos lo lleváramos a Cádiz en el autobús, pero aguantábamos una presión que ríete tú de los Rollings. Durante el Carnaval de 'Los piratas' tuve la osadía de hacerme empresario y abrir al público una tienda en la calle Beato Diego de Cádiz, que bajo el nombre de Los duros antiguos ofrecía carnaval y artesanía. La tienda siempre estaba llena, el secreto era muy simple: en ningún otro lugar se vendían nuestros CDs, así que la exclusividad nos garantizaba la romería. El diseño del local también fue obra mía pero la confección corrió a cargo de un carpintero de ribera que construyó cuaderna a cuaderna un trozo de bajel a escala del Halifax, aquello era un barco en toda regla. El resto de la decoración corrió a cargo de Ras. Hace cinco años que me fui del Carnaval, los mismos años que hace desde que desaparecí de la tienda.
¿Dónde estábamos? ¡Ah, sí… la presión! Teníamos que volver y enganchar a la gente con la misma fuerza que el año anterior porque nos iba mucho en juego, a mí por lo menos, porque por más currículums que entregaba y por amigos que tenía en todo el amplio espectro gaditano sólo me quedaba el Carnaval para comer, vestir y calzar. No en vano, debo recordar que 'Los piratas' vendieron la nada despreciable cantidad de 40.000 CDs, que se dice pronto, pero por favor no multiplique alegremente, no vaya a ser que piense que me hice millonario con los derechos de autor, cosa que para mi desgracia no sucedió, qué más quisiera. Así que me planteé un tipo que fuera capaz de llenar el escenario y de paso recuperar una obra de Paco Alba, 'Las huestes de Don Nuño', que llevaba una música de pasodoble de lo más maravillosa. Como siempre, reunión con Ángel Zubiela y Jose Luis, para comunicarles mi parecer: "Este año vamos a escenificar las cruzadas con el disfraz de templario, de los guardianes del Templo de Salomón, el brazo armado de la Iglesia en aquella época". Mi pretensión era que cada uno representara un tipo de templario harto de luchar por sus ideas cristianas y vencidos por la guerra, pero tuvimos muchos problemas para la consecución del tipo. Queríamos ser tan fieles a la época que Ángel, Chicuelo, Paco Catalán y yo nos fuimos a Alcoy para comprar las mallas de los guerreros. Salimos una noche a las doce y llegamos a la puerta de una nave enorme a las nueve de la mañana. Lo peor fue ese momento en que el dueño del establecimiento, para que no supiéramos a cuánto nos iban a cobrar las prendas, hablaba con su hijo en valenciano alcoyano, en momentos concretos, la madre que los parió. Tuvimos unas palabritas con ellos, en español. Nos gastamos un dineral, hicimos una parada para comer, comprar lotería de Navidad y otra vez para Cádiz. El decorado también fue obra de Ras, llenaron el escenario de lanzas que representaban la verja del Parque Genovés y crearon unos escudos con símbolos de la ciudad, desde el viento hasta las Puertas de Tierra; cada componente era el guardián de un reino de la ciudad, de nuevo Antonio, Ricardo y Shano se lucieron.
Contamos con el mismo grupo vocal y artesano para darle vida a esta idea, sin embargo creo que algo se nos quedó en el tintero y todavía le sigo dando vueltas. Sí, ese año sí me hice el disfraz y canté en numerosas ocasiones con un grupo que se la volvía a jugar en el Falla. Los primeros días de ensayo tuvieron lugar en el club Caleta, al lado de las barquitas, un sitio mágico para ensayar y con mucho frío, también, también, y las noches de concurso nos habilitaron una habitación para que estuviéramos cómodos. A todos los miembros del club y en especial a Paco, muchas gracias por vuestro apoyo a mi comparsa. El árbol del Hospital de Mora nos arropó para hacernos innumerables fotografías vestidos de soldados de Dios. Estar tan cerca del Falla y en el mismo feudo de la musa de Paco Alba era para mí lo más importante. Los grandes especialistas del Carnaval consideran que la presentación de esta comparsa es histórica y yo, aunque pueda parecer pedante, les doy la razón. Dicha pieza la terminé una tarde en casa de José Luis y la canté como diez o doce veces porque se nos ponían los pelos de punta, había resumido el concurso en tres minutos y sabía que a la gente le iba a entusiasmar. Los pasodobles eran guerrilleros, como el tipo que los vestía, tan guerrilleros que uno de ellos daba una visión de Pemán que no contó con la aprobación de gran parte del público, que abucheó la letra. Volvíamos a tocar un tema tabú, gaditano, pero tabú. También hubo un pasodoble homenaje a Enrique Villegas, que ese año era pregonero de Cádiz con el mismo final que él utilizó para homenajear a Fletilla. Los cuplés se iniciaban con un romance y terminaban con un estribillo quizás más largo de lo normal en mí. El popurrí, sin embargo, contenía una pieza chirigotera cuartetera que rompió los esquemas del público, lástima, con lo que gusta hoy hacer esas cosas en la modalidad de comparsas para darle un poquito de frescura. Qué le vamos a hacer.
La noche de la final invité a ver la actuación de la comparsa a una Pasión Vega que jamás había venido a Cádiz en Carnaval. La canción de los arcos que había compuesto para el popurrít de 'Los templarios' sirvió para crear la canción Besos y besos del álbum cuyo single también fue mío, La vida en gris, y que obtuvo un Premio de la Música. Llegué a La Caleta esa noche con un gorro de lana. Me había afeitado la cabeza ¿porqué? Subliminalmente les estaba diciendo a mis componentes que los templarios no iban a la guerra tan limpios y tan bien afeitados, pero claro, era una apreciación mía. El jurado nos concedió un tercer premio que nos supo a poco pero que nos mantenía entre los más grandes otro año. El veredicto lo escuchamos en La Caleta. Cuando estábamos a punto de irnos del local me dio por mirar uno de los cuadros que adornaban la sala. Un componente me dijo: "¿Quién es" y yo contesté: "No te lo vas a creer, es Pemán". Acabó otro concurso y volvimos a patearnos la calle. Mi hijo vivió su primera cabalgata dormido en el cochecito mientras su padre trabajaba como comparsista a tiempo indefinido.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 29 de Enero de 2008

"Los templarios" consiguió el tercer premio en el concurso en una final de lo más atípica.
TRAS un pelotazo del calibre de 'Los piratas' los aficionados al Carnaval se apresuraron a comprar lupas con las que buscarnos pequeños defectos de cara a un nuevo concurso. Evidentemente, éramos unos privilegiados porque allí donde cantábamos los fans guardaban colas eternas para hacerse fotos, pedir autógrafos o rogar que los pasáramos a camerinos o nos lo lleváramos a Cádiz en el autobús, pero aguantábamos una presión que ríete tú de los Rollings. Durante el Carnaval de 'Los piratas' tuve la osadía de hacerme empresario y abrir al público una tienda en la calle Beato Diego de Cádiz, que bajo el nombre de Los duros antiguos ofrecía carnaval y artesanía. La tienda siempre estaba llena, el secreto era muy simple: en ningún otro lugar se vendían nuestros CDs, así que la exclusividad nos garantizaba la romería. El diseño del local también fue obra mía pero la confección corrió a cargo de un carpintero de ribera que construyó cuaderna a cuaderna un trozo de bajel a escala del Halifax, aquello era un barco en toda regla. El resto de la decoración corrió a cargo de Ras. Hace cinco años que me fui del Carnaval, los mismos años que hace desde que desaparecí de la tienda.
¿Dónde estábamos? ¡Ah, sí… la presión! Teníamos que volver y enganchar a la gente con la misma fuerza que el año anterior porque nos iba mucho en juego, a mí por lo menos, porque por más currículums que entregaba y por amigos que tenía en todo el amplio espectro gaditano sólo me quedaba el Carnaval para comer, vestir y calzar. No en vano, debo recordar que 'Los piratas' vendieron la nada despreciable cantidad de 40.000 CDs, que se dice pronto, pero por favor no multiplique alegremente, no vaya a ser que piense que me hice millonario con los derechos de autor, cosa que para mi desgracia no sucedió, qué más quisiera. Así que me planteé un tipo que fuera capaz de llenar el escenario y de paso recuperar una obra de Paco Alba, 'Las huestes de Don Nuño', que llevaba una música de pasodoble de lo más maravillosa. Como siempre, reunión con Ángel Zubiela y Jose Luis, para comunicarles mi parecer: "Este año vamos a escenificar las cruzadas con el disfraz de templario, de los guardianes del Templo de Salomón, el brazo armado de la Iglesia en aquella época". Mi pretensión era que cada uno representara un tipo de templario harto de luchar por sus ideas cristianas y vencidos por la guerra, pero tuvimos muchos problemas para la consecución del tipo. Queríamos ser tan fieles a la época que Ángel, Chicuelo, Paco Catalán y yo nos fuimos a Alcoy para comprar las mallas de los guerreros. Salimos una noche a las doce y llegamos a la puerta de una nave enorme a las nueve de la mañana. Lo peor fue ese momento en que el dueño del establecimiento, para que no supiéramos a cuánto nos iban a cobrar las prendas, hablaba con su hijo en valenciano alcoyano, en momentos concretos, la madre que los parió. Tuvimos unas palabritas con ellos, en español. Nos gastamos un dineral, hicimos una parada para comer, comprar lotería de Navidad y otra vez para Cádiz. El decorado también fue obra de Ras, llenaron el escenario de lanzas que representaban la verja del Parque Genovés y crearon unos escudos con símbolos de la ciudad, desde el viento hasta las Puertas de Tierra; cada componente era el guardián de un reino de la ciudad, de nuevo Antonio, Ricardo y Shano se lucieron.
Contamos con el mismo grupo vocal y artesano para darle vida a esta idea, sin embargo creo que algo se nos quedó en el tintero y todavía le sigo dando vueltas. Sí, ese año sí me hice el disfraz y canté en numerosas ocasiones con un grupo que se la volvía a jugar en el Falla. Los primeros días de ensayo tuvieron lugar en el club Caleta, al lado de las barquitas, un sitio mágico para ensayar y con mucho frío, también, también, y las noches de concurso nos habilitaron una habitación para que estuviéramos cómodos. A todos los miembros del club y en especial a Paco, muchas gracias por vuestro apoyo a mi comparsa. El árbol del Hospital de Mora nos arropó para hacernos innumerables fotografías vestidos de soldados de Dios. Estar tan cerca del Falla y en el mismo feudo de la musa de Paco Alba era para mí lo más importante. Los grandes especialistas del Carnaval consideran que la presentación de esta comparsa es histórica y yo, aunque pueda parecer pedante, les doy la razón. Dicha pieza la terminé una tarde en casa de José Luis y la canté como diez o doce veces porque se nos ponían los pelos de punta, había resumido el concurso en tres minutos y sabía que a la gente le iba a entusiasmar. Los pasodobles eran guerrilleros, como el tipo que los vestía, tan guerrilleros que uno de ellos daba una visión de Pemán que no contó con la aprobación de gran parte del público, que abucheó la letra. Volvíamos a tocar un tema tabú, gaditano, pero tabú. También hubo un pasodoble homenaje a Enrique Villegas, que ese año era pregonero de Cádiz con el mismo final que él utilizó para homenajear a Fletilla. Los cuplés se iniciaban con un romance y terminaban con un estribillo quizás más largo de lo normal en mí. El popurrí, sin embargo, contenía una pieza chirigotera cuartetera que rompió los esquemas del público, lástima, con lo que gusta hoy hacer esas cosas en la modalidad de comparsas para darle un poquito de frescura. Qué le vamos a hacer.
La noche de la final invité a ver la actuación de la comparsa a una Pasión Vega que jamás había venido a Cádiz en Carnaval. La canción de los arcos que había compuesto para el popurrít de 'Los templarios' sirvió para crear la canción Besos y besos del álbum cuyo single también fue mío, La vida en gris, y que obtuvo un Premio de la Música. Llegué a La Caleta esa noche con un gorro de lana. Me había afeitado la cabeza ¿porqué? Subliminalmente les estaba diciendo a mis componentes que los templarios no iban a la guerra tan limpios y tan bien afeitados, pero claro, era una apreciación mía. El jurado nos concedió un tercer premio que nos supo a poco pero que nos mantenía entre los más grandes otro año. El veredicto lo escuchamos en La Caleta. Cuando estábamos a punto de irnos del local me dio por mirar uno de los cuadros que adornaban la sala. Un componente me dijo: "¿Quién es" y yo contesté: "No te lo vas a creer, es Pemán". Acabó otro concurso y volvimos a patearnos la calle. Mi hijo vivió su primera cabalgata dormido en el cochecito mientras su padre trabajaba como comparsista a tiempo indefinido.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 29 de Enero de 2008
Etiquetas:
Carnaval,
Martínez Ares,
Yo maté a Martínez Ares
Los inmortales 'Busby Boys'
El miércoles se cumplen 50 años del accidente de avión en Múnich que costó la vida a ocho jugadores del Manchester United y rompió aquel mítico equipo de los Busby Boys, los chicos de Matt Busby, el técnico que sobrevivió y construyó otro United que conquistó la Copa de Europa en 1968. El Manchester honra a sus héroes.
Fugaces como son los grandes equipos, aquél murió casi antes de haber nacido. En realidad, fue un sueño de Matt Busby y sus muchachos, The Busby Boys, que, sobre un campo bombardeado por los alemanes, conquistaron primero el fútbol inglés y después prometieron disputarle la supremacía europea al Real Madrid. Compartían espíritu, juventud y talento. Repartían cartas y risas en el avión que los traía de vuelta a casa tras eliminar al Estrella Roja, en Belgrado, clasificados para las semifinales de la Copa de Europa, cuando pararon a repostar en Múnich. Al tercer intento de despegue, aquel vuelo 609 de la British European Airways se estrelló contra una casa a las 15.04 del 6 de febrero de 1958. El miércoles se cumplen 50 años.
El Manchester United rinde tributo esta semana a los 23 fallecidos, ocho de ellos futbolistas. Tommy Taylor, el delantero centro, de 26 años; Robert Byrne, lateral izquierdo y capitán, de 28; Geoff Bent, callado suplente, de 26; Mark Jones, mediocentro fumador de pipa, de 24; David Pegg, extremo, de 22, hijo de un minero de Yorkshire y que disfrutaba escuchando a Frank Sinatra junto a Liam Whelan, el interior de Dublín, de 22; Eddie Coleman, travieso interior derecho, de 21, y Duncan Edwards, el niño prodigio de 21, medio izquierdo, que murió desangrado 15 días después. Les arrancaron el corazón a los Busby Boys, aunque los supervivientes mantuvieron viva la memoria hasta hoy. El más célebre, Bobby Charlton, que era apenas una promesa de 20 años, ha pasado estos días por los colegios de Manchester contando a los niños lo que significó aquella época.
Los 50 fueron años de luz en Inglaterra en contraste con los oscuros 40 de la posguerra. La vida comenzaba a avanzar y a distanciarse de la cartilla de racionamiento y del mercado negro. Los más afortunados se compraban unas botas del extremo Stanley Matthews, la estrella del momento. Era el apogeo de James Dean en el cine y la música de Bill Haley con Rock around the clock. En Gran Bretaña triunfaban Tommy Steele y Frankie Lymon and The Teenagers. ¿El fútbol? Pesado y autocomplaciente, con los estadios llenos, si bien otra gran tragedia ya le había sacudido: el accidente aéreo de 1949 en el que murió todo el Torino.
Ferenc Puskas dio una lección a los inventores del juego. Hasta entonces, un delantero centro era un tipo poderoso que trataba de arrasar a los defensas. Los húngaros tuvieron una idea. Su 9, Nandor Hidegkuti, jugaba como un enlace con la media, abriendo espacios para sus compañeros de ataque, Puskas y Kocsis, e incorporándose por sorpresa al gol. Hungría ganó a Inglaterra por 3-6 en Wembley y después por 7-1 en Budapest, lo que obligó a replantearse las cosas en las islas. El Manchester United adoptó el estilo húngaro. Y el entrenador, Matt Busby (1904-1994), capitán de Escocia en su etapa de jugador, iba a impulsar lo mejor de la cantera nacional. Entre él y Stan Cullis, técnico del Wolverhampton, transformaron el fútbol inglés y lo acercaron al del resto de Europa. Su lema hizo fortuna: un jugador es lo bastante mayor siempre y cuando sea lo suficientemente bueno.
En 1955-56, el Manchester ganó la Liga con un juego entusiasta, poderoso y alegre, reconocido rápidamente en todo el país. E inspiró dos apodos legendarios: The Busby Boys y The Red Devils. Cuando Busby llegó al cargo, en 1945, se encontró con excelentes futbolistas y un campo maltrecho por las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Busby era un hombre obsesionado con la necesidad de construir. Un purista. Le gustaba que los futbolistas se expresaran en el terreno. Tenía una mirada amplia y abierta. Quería abrir el Manchester al mundo.
De las cenizas de Múnich, Busby levantó el United a partir de tres supervivientes: Bobby Charlton, Harry Gregg y Bill Foulkes. Fichó, entre otros, a David Herd, Albert Quixhall y Dennis Law antes de descubrir, en 1964, al mayor artista norirlandés: George Best. Con ellos conquistó la Copa de Europa de 1968 al Benfica, en Wembley, el primer club inglés en lograrlo.
Claro que no todo el mérito fue de Busby. Su fiel asistente, James Murphy (1910-1989), asumió los mandos mientras el primer entrenador se recuperaba de graves heridas en las piernas en un hospital de Múnich. "Estaba completamente solo y tuve que rehacer un equipo", recordó Murphy; "fue importante coger futbolistas de fuera de Old Trafford, fuera del ambiente de muerte de Manchester y de toda la emoción". Trece días después de la tragedia, el Manchester disputó la Copa inglesa contra el Sheffield en su mítico estadio. Sesenta mil espectadores crearon un ambiente electrizante. Las alineaciones contenían once espacios en blanco en vez de los nombres de los jugadores. Los hinchas corearon los de los fallecidos. El United venció por 3-0. "Me dieron pena los chicos del Sheffield", dijo Charlton; "para los aficionados sólo había un equipo, el nuestro". Tres meses después, Busby presenció con muletas la final de la Copa perdida ante el Bolton (2-0). Todos cantaron ese día en Wembley Abide with me (Resiste junto a mí) cuando los jugadores salían del vestuario. Los chicos del United lucían un blasón en el pecho de sus camisetas, el emblema del ave Fénix renaciendo de sus cenizas. "Tras perder ante el Bolton, fue peor que nunca", evocó el defensa Foulkes; "al volver a Manchester, nos esperaban millones de personas".
De los tres equipos que levantó en 25 años en el United, Busby le explicó al periodista John Roberts, autor del libro The team that wouldn't die, cuál fue su preferido: "A los más viejos les puede gustar mi primer equipo, el que ganó la Copa de 1948. Otros prefieren el que precedió a la tragedia, los Babes. Y otros, por la magia de Charlton, Best y Law, dirán que el que conquistó la Copa de Europa de 1968, aun sin el lesionado Law. El de antes de Múnich fue potencialmente el mejor que he visto. Estaba a punto de arrebatarle la corona al Madrid".
"¿Eres tú, Jimmy? ¿El partido ante los Wolves es a las tres?", susurró Duncan Edwards, echado en la cama del hospital de Múnich, al recibir la visita de James Murphy. A pesar de las heridas mortales, Edwards pensaba en jugar ante el Wolverhampton. El volante izquierdo sólo jugó en Primera cuatro años, nueve meses y seis días, convirtiéndose en el James Dean del fútbol inglés. "Era tan bueno con la derecha como con la izquierda", lo describió Bobby Charlton; "podía meter un balón a 30 metros y era sólido en la defensa y bueno en el juego aéreo. Recuerdo una anécdota: en una semifinal ante el Chelsea, Murphy nos dijo que evitáramos la dependencia de Duncan. Que éramos un equipo sobrado de talento. Al llegar 0-0 al descanso, nos gritó: 'Pasadle a Duncan'. Ganamos el partido". Edwards fue también la debilidad de Busby, que lo comparaba con Best por la tranquilidad con que se tomaban los partidos. "Nada podía pararlo ni ponerle nervioso. Y tenía una frase talismán: 'Eh, chicos, no hemos venido aquí para nada".
A los 11 años, Duncan ya jugaba con chicos de 15 en el Dudley, el conjunto de su ciudad. A esa edad se lo llevó el Manchester United y lo hizo debutar en Primera a los 16 años y 184 días frente al Cardiff City. Ganó dos Ligas consecutivas y en 1957 llegó a las semifinales de la Copa de Europa, en las que cayó ante el Madrid de Di Stéfano. Por el camino logró resultados espectaculares: un 12-0 al Anderlecht o un 5-6 en el cómputo global ante el Athletic. Se estrenó con la selección a los 18 años y 183 días, registro sólo superado por Michael Owen en el Mundial de Francia 98. Debutó en la aplastante victoria ante Escocia (7-2) y causó sensación ante la Alemania que venía de proclamarse campeona del mundo en Suiza 54. Marcó cinco goles en 18 partidos internacionales.
El espíritu de Busby ha perdurado a lo largo del tiempo. El Manchester ganaría dos Ligas, 1965 y 1967, antes de iniciar un declive que acabó con el descenso en 1974. Resurgió ya con Alex Ferguson, otro escocés, en el banquillo desde 1986. Él también apostó por la juventud y consiguió casi un milagro: dar prioridad al fútbol en un club convertido en un negocio multimillonario.
Sus diablos rojos se vestirán el domingo como hace 50 años. Los números del 1 al 11, la camisa clásica roja, los pantalones blancos y las medias negras, con el cuello en forma de v en vez de la camiseta abotonada de la primera mitad de aquella década. Les espera el Manchester City en Old Trafford. Ese equipaje, que no será comercializado, es el que llevaban en Belgrado un día antes de la tragedia.
El mejor recuerdo para los inmortales Busby Boys.
Cayetano Ros, en El País
Fugaces como son los grandes equipos, aquél murió casi antes de haber nacido. En realidad, fue un sueño de Matt Busby y sus muchachos, The Busby Boys, que, sobre un campo bombardeado por los alemanes, conquistaron primero el fútbol inglés y después prometieron disputarle la supremacía europea al Real Madrid. Compartían espíritu, juventud y talento. Repartían cartas y risas en el avión que los traía de vuelta a casa tras eliminar al Estrella Roja, en Belgrado, clasificados para las semifinales de la Copa de Europa, cuando pararon a repostar en Múnich. Al tercer intento de despegue, aquel vuelo 609 de la British European Airways se estrelló contra una casa a las 15.04 del 6 de febrero de 1958. El miércoles se cumplen 50 años.
El Manchester United rinde tributo esta semana a los 23 fallecidos, ocho de ellos futbolistas. Tommy Taylor, el delantero centro, de 26 años; Robert Byrne, lateral izquierdo y capitán, de 28; Geoff Bent, callado suplente, de 26; Mark Jones, mediocentro fumador de pipa, de 24; David Pegg, extremo, de 22, hijo de un minero de Yorkshire y que disfrutaba escuchando a Frank Sinatra junto a Liam Whelan, el interior de Dublín, de 22; Eddie Coleman, travieso interior derecho, de 21, y Duncan Edwards, el niño prodigio de 21, medio izquierdo, que murió desangrado 15 días después. Les arrancaron el corazón a los Busby Boys, aunque los supervivientes mantuvieron viva la memoria hasta hoy. El más célebre, Bobby Charlton, que era apenas una promesa de 20 años, ha pasado estos días por los colegios de Manchester contando a los niños lo que significó aquella época.
Los 50 fueron años de luz en Inglaterra en contraste con los oscuros 40 de la posguerra. La vida comenzaba a avanzar y a distanciarse de la cartilla de racionamiento y del mercado negro. Los más afortunados se compraban unas botas del extremo Stanley Matthews, la estrella del momento. Era el apogeo de James Dean en el cine y la música de Bill Haley con Rock around the clock. En Gran Bretaña triunfaban Tommy Steele y Frankie Lymon and The Teenagers. ¿El fútbol? Pesado y autocomplaciente, con los estadios llenos, si bien otra gran tragedia ya le había sacudido: el accidente aéreo de 1949 en el que murió todo el Torino.
Ferenc Puskas dio una lección a los inventores del juego. Hasta entonces, un delantero centro era un tipo poderoso que trataba de arrasar a los defensas. Los húngaros tuvieron una idea. Su 9, Nandor Hidegkuti, jugaba como un enlace con la media, abriendo espacios para sus compañeros de ataque, Puskas y Kocsis, e incorporándose por sorpresa al gol. Hungría ganó a Inglaterra por 3-6 en Wembley y después por 7-1 en Budapest, lo que obligó a replantearse las cosas en las islas. El Manchester United adoptó el estilo húngaro. Y el entrenador, Matt Busby (1904-1994), capitán de Escocia en su etapa de jugador, iba a impulsar lo mejor de la cantera nacional. Entre él y Stan Cullis, técnico del Wolverhampton, transformaron el fútbol inglés y lo acercaron al del resto de Europa. Su lema hizo fortuna: un jugador es lo bastante mayor siempre y cuando sea lo suficientemente bueno.
En 1955-56, el Manchester ganó la Liga con un juego entusiasta, poderoso y alegre, reconocido rápidamente en todo el país. E inspiró dos apodos legendarios: The Busby Boys y The Red Devils. Cuando Busby llegó al cargo, en 1945, se encontró con excelentes futbolistas y un campo maltrecho por las secuelas de la Segunda Guerra Mundial. Busby era un hombre obsesionado con la necesidad de construir. Un purista. Le gustaba que los futbolistas se expresaran en el terreno. Tenía una mirada amplia y abierta. Quería abrir el Manchester al mundo.
De las cenizas de Múnich, Busby levantó el United a partir de tres supervivientes: Bobby Charlton, Harry Gregg y Bill Foulkes. Fichó, entre otros, a David Herd, Albert Quixhall y Dennis Law antes de descubrir, en 1964, al mayor artista norirlandés: George Best. Con ellos conquistó la Copa de Europa de 1968 al Benfica, en Wembley, el primer club inglés en lograrlo.
Claro que no todo el mérito fue de Busby. Su fiel asistente, James Murphy (1910-1989), asumió los mandos mientras el primer entrenador se recuperaba de graves heridas en las piernas en un hospital de Múnich. "Estaba completamente solo y tuve que rehacer un equipo", recordó Murphy; "fue importante coger futbolistas de fuera de Old Trafford, fuera del ambiente de muerte de Manchester y de toda la emoción". Trece días después de la tragedia, el Manchester disputó la Copa inglesa contra el Sheffield en su mítico estadio. Sesenta mil espectadores crearon un ambiente electrizante. Las alineaciones contenían once espacios en blanco en vez de los nombres de los jugadores. Los hinchas corearon los de los fallecidos. El United venció por 3-0. "Me dieron pena los chicos del Sheffield", dijo Charlton; "para los aficionados sólo había un equipo, el nuestro". Tres meses después, Busby presenció con muletas la final de la Copa perdida ante el Bolton (2-0). Todos cantaron ese día en Wembley Abide with me (Resiste junto a mí) cuando los jugadores salían del vestuario. Los chicos del United lucían un blasón en el pecho de sus camisetas, el emblema del ave Fénix renaciendo de sus cenizas. "Tras perder ante el Bolton, fue peor que nunca", evocó el defensa Foulkes; "al volver a Manchester, nos esperaban millones de personas".
De los tres equipos que levantó en 25 años en el United, Busby le explicó al periodista John Roberts, autor del libro The team that wouldn't die, cuál fue su preferido: "A los más viejos les puede gustar mi primer equipo, el que ganó la Copa de 1948. Otros prefieren el que precedió a la tragedia, los Babes. Y otros, por la magia de Charlton, Best y Law, dirán que el que conquistó la Copa de Europa de 1968, aun sin el lesionado Law. El de antes de Múnich fue potencialmente el mejor que he visto. Estaba a punto de arrebatarle la corona al Madrid".
"¿Eres tú, Jimmy? ¿El partido ante los Wolves es a las tres?", susurró Duncan Edwards, echado en la cama del hospital de Múnich, al recibir la visita de James Murphy. A pesar de las heridas mortales, Edwards pensaba en jugar ante el Wolverhampton. El volante izquierdo sólo jugó en Primera cuatro años, nueve meses y seis días, convirtiéndose en el James Dean del fútbol inglés. "Era tan bueno con la derecha como con la izquierda", lo describió Bobby Charlton; "podía meter un balón a 30 metros y era sólido en la defensa y bueno en el juego aéreo. Recuerdo una anécdota: en una semifinal ante el Chelsea, Murphy nos dijo que evitáramos la dependencia de Duncan. Que éramos un equipo sobrado de talento. Al llegar 0-0 al descanso, nos gritó: 'Pasadle a Duncan'. Ganamos el partido". Edwards fue también la debilidad de Busby, que lo comparaba con Best por la tranquilidad con que se tomaban los partidos. "Nada podía pararlo ni ponerle nervioso. Y tenía una frase talismán: 'Eh, chicos, no hemos venido aquí para nada".
A los 11 años, Duncan ya jugaba con chicos de 15 en el Dudley, el conjunto de su ciudad. A esa edad se lo llevó el Manchester United y lo hizo debutar en Primera a los 16 años y 184 días frente al Cardiff City. Ganó dos Ligas consecutivas y en 1957 llegó a las semifinales de la Copa de Europa, en las que cayó ante el Madrid de Di Stéfano. Por el camino logró resultados espectaculares: un 12-0 al Anderlecht o un 5-6 en el cómputo global ante el Athletic. Se estrenó con la selección a los 18 años y 183 días, registro sólo superado por Michael Owen en el Mundial de Francia 98. Debutó en la aplastante victoria ante Escocia (7-2) y causó sensación ante la Alemania que venía de proclamarse campeona del mundo en Suiza 54. Marcó cinco goles en 18 partidos internacionales.
El espíritu de Busby ha perdurado a lo largo del tiempo. El Manchester ganaría dos Ligas, 1965 y 1967, antes de iniciar un declive que acabó con el descenso en 1974. Resurgió ya con Alex Ferguson, otro escocés, en el banquillo desde 1986. Él también apostó por la juventud y consiguió casi un milagro: dar prioridad al fútbol en un club convertido en un negocio multimillonario.
Sus diablos rojos se vestirán el domingo como hace 50 años. Los números del 1 al 11, la camisa clásica roja, los pantalones blancos y las medias negras, con el cuello en forma de v en vez de la camiseta abotonada de la primera mitad de aquella década. Les espera el Manchester City en Old Trafford. Ese equipaje, que no será comercializado, es el que llevaban en Belgrado un día antes de la tragedia.
El mejor recuerdo para los inmortales Busby Boys.
Cayetano Ros, en El País
martes, 5 de febrero de 2008
La ley Webster y sus consecuencias
Este post está extraído de la web "Notas de Fútbol", e intenta explicar como funciona la Ley Webster y a lo que se podría llegar en un futuro.
Todos recordamos lo que la ley Bosman significo para el mercado futbolístico europeo, en cuanto a libre mercado y a la desaparición de la figura del jugador extranjero tal y como la conocíamos. Pues un nuevo movimiento sísmico se augura en el futuro del mercado futbolístico. ¿La razón? La ley Webster, en homenaje al jugador escocés Andy Webster.
En el 2006, Andy Webster militaba en las filas del Hearts, y ya que había cubierto un ciclo dentro del equipo, más bien no llegó con el presidente del club a un acuerdo de renovación, decidió cambiar de aires. Ante eso, el club le presionó sin dejarle jugar e impidiendo su marcha. Dado el cariz que estaba tomando todo, el jugador buscó una salida, acogiéndose al artículo 17, apartado 1, del Reglamento sobre el Estatuto y el Traspaso de Jugadores de la FIFA, por el que al ser un jugador menor de 28 años y estar cumpliendo el tercer año de un contrato firmado por cinco, sólo tenía que abonar al club un dinero en compensación por incumplimiento del contrato (sería un porcentaje de lo firmado por las dos campañas que le quedaban de acuerdo al sueldo que cobraba). Obviamente el Hearts no estaba conforme con esa cantidad y buscó una resolución judicial, la Cámara de Disputas de la FIFA obligó a Andy Webster a pagar 625.000 libras. El jugador, como era de esperar, recurrió en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) de Lausana, que le acaba de dar la razón condenándole a pagar 150.000 libras, correspondiente al valor residual del contrato laboral entre Webster y el Hearts.
¿Qué significa esto? Que a partir de este precedente los jugadores tienen la sartén por el mango, pudiendo decidir cómo y cuando romper la vinculación con su club.
La situación con la ley Webster quedaría de la siguiente forma: si un jugador menor de 28 años, firma un contrato por cinco años, el periodo de protección para el club abarcaría hasta los tres primeros años, si el jugador tratase de marcharse en ese periodo, quedaría inhabilitado por 4 meses y el club de destino sancionado sin poder comprar en los dos periodos de fichajes siguientes; si el jugador decide romper el contrato a partir del cuarto año, tendría que indemnizar a su club con una doble compensación, por la parte correspondiente a los dos años de contrato no cumplidos cuando se realizó la compra, y por los dos años que aún le quedarían pendientes de cumplir (la primera parte de esta regla quedaría anulada si se produce una renovación). En todos los casos, la compensación siempre iría relacionada con el dinero que estuviese cobrando el jugador por su sueldo.
¿Qué pasa si el jugador es mayor de 29 años? Qué solo tendría que pagar la parte correspondiente del sueldo que deja de ganar.
¿Qué supone esta ley? Que el mercado de fichajes quedaría patas arriba de un plumazo. Ya no se tendría que abonar cifras astronómicas por cada fichaje, y los jugadores verían sus ganancias más relacionadas con el importe que suelen poner los clubes por la carta de libertad de cada uno de ellos. Así, poniendo un ejemplo, ni Cristiano Ronaldo, ni Cesc, costarían más de 12 millones de libras el fichaje de cada uno en 2010. Esa es la implicación real de la ley Webster. La FIFA está muy molesta con esta situación, sobre todo en la idea de su defensa de los clubes más modestos para retener jugadores. Veremos como evoluciona todo, y como queda el maremoto que va a montar el fallo del TAS.
Todos recordamos lo que la ley Bosman significo para el mercado futbolístico europeo, en cuanto a libre mercado y a la desaparición de la figura del jugador extranjero tal y como la conocíamos. Pues un nuevo movimiento sísmico se augura en el futuro del mercado futbolístico. ¿La razón? La ley Webster, en homenaje al jugador escocés Andy Webster.
En el 2006, Andy Webster militaba en las filas del Hearts, y ya que había cubierto un ciclo dentro del equipo, más bien no llegó con el presidente del club a un acuerdo de renovación, decidió cambiar de aires. Ante eso, el club le presionó sin dejarle jugar e impidiendo su marcha. Dado el cariz que estaba tomando todo, el jugador buscó una salida, acogiéndose al artículo 17, apartado 1, del Reglamento sobre el Estatuto y el Traspaso de Jugadores de la FIFA, por el que al ser un jugador menor de 28 años y estar cumpliendo el tercer año de un contrato firmado por cinco, sólo tenía que abonar al club un dinero en compensación por incumplimiento del contrato (sería un porcentaje de lo firmado por las dos campañas que le quedaban de acuerdo al sueldo que cobraba). Obviamente el Hearts no estaba conforme con esa cantidad y buscó una resolución judicial, la Cámara de Disputas de la FIFA obligó a Andy Webster a pagar 625.000 libras. El jugador, como era de esperar, recurrió en el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) de Lausana, que le acaba de dar la razón condenándole a pagar 150.000 libras, correspondiente al valor residual del contrato laboral entre Webster y el Hearts.
¿Qué significa esto? Que a partir de este precedente los jugadores tienen la sartén por el mango, pudiendo decidir cómo y cuando romper la vinculación con su club.
La situación con la ley Webster quedaría de la siguiente forma: si un jugador menor de 28 años, firma un contrato por cinco años, el periodo de protección para el club abarcaría hasta los tres primeros años, si el jugador tratase de marcharse en ese periodo, quedaría inhabilitado por 4 meses y el club de destino sancionado sin poder comprar en los dos periodos de fichajes siguientes; si el jugador decide romper el contrato a partir del cuarto año, tendría que indemnizar a su club con una doble compensación, por la parte correspondiente a los dos años de contrato no cumplidos cuando se realizó la compra, y por los dos años que aún le quedarían pendientes de cumplir (la primera parte de esta regla quedaría anulada si se produce una renovación). En todos los casos, la compensación siempre iría relacionada con el dinero que estuviese cobrando el jugador por su sueldo.
¿Qué pasa si el jugador es mayor de 29 años? Qué solo tendría que pagar la parte correspondiente del sueldo que deja de ganar.
¿Qué supone esta ley? Que el mercado de fichajes quedaría patas arriba de un plumazo. Ya no se tendría que abonar cifras astronómicas por cada fichaje, y los jugadores verían sus ganancias más relacionadas con el importe que suelen poner los clubes por la carta de libertad de cada uno de ellos. Así, poniendo un ejemplo, ni Cristiano Ronaldo, ni Cesc, costarían más de 12 millones de libras el fichaje de cada uno en 2010. Esa es la implicación real de la ley Webster. La FIFA está muy molesta con esta situación, sobre todo en la idea de su defensa de los clubes más modestos para retener jugadores. Veremos como evoluciona todo, y como queda el maremoto que va a montar el fallo del TAS.
Errol Flynn embarrancó en La Caleta
Los piratas. Al principio, el grupo no confiaba en la idea pero poco a poco el ánimo filibustero se fue adueñando de nosotros l El nombre de la comparsa se debió a la cabezonería de Manolo Casal.

"Los piratas", que obtuvo el primer premio, durante una actuación en el Gran Teatro Falla.
NADIE en su sano juicio carnavalesco lo haría, como intuí al ver la cara que puso Ángel cuando le propuse crear una comparsa que se llamara Piratas, pero como sano, sano no estoy y juicio, juicio, tengo el suficiente como para ser persona humana normal, me quedé tan pancho cuando lo solté una tarde noche en el local de ensayo. A José Luis le encantó, sin embargo para Ángel y muchos componentes del grupo la idea era una auténtica barbaridad; recuerdo que alguno incluso exclamó: "Antonio, eso es un tipo más bien para una comparsa juvenil, ¿tú nos ves a nosotros vestidos de piratas?". Yo ante ese comentario agregué: "Este es un tipo de siempre, qué niño no se ha querido vestir de vaquero, de mosquetero o de pirata, por favor, hacedme caso, dejadme a mí". Tras un pequeño receso, el veredicto del grupo fue favorable y eso me contagió unas tremendas ganas de luchar por ese proyecto. Por entonces seguía trabajando en Cádiz Información, hasta que de pronto, un día, me dieron una carta en la que me comunicaban que tenía una quincena para abandonar el puesto. Esa mala noticia ponía en jaque otra muy buena, esperaba un hijo que nacería por noviembre y no tenía nada más que la comparsa para sobrevivir. Así que nada, en ese momento, al más puro estilo de Escarlata O'Hara, me juré que viviría de mis obras musicales, de mis creaciones, al fin y al cabo los fines de semana actuábamos por toda Andalucía y nos tendría que ir muy mal para no continuar en esa línea, el fracaso no existía y de los cobardes nunca se ha escrito nada. Manos a la obra, parado y padre en ciernes me puse el traje de faena. Me leí todo lo que a mis manos caía con relación al mundo de los piratas y además contaba con la ayuda inestimable de internet que multiplicaba por cien mil las posibilidades de encontrar relatos, bocetos, historias, cuentos, leyendas… en fin, el mundo de la piratería a mis pies, o a mis dedos, según se mirara. Un inciso, que la comparsa acabara llamándose Los piratas, se debe a la cabezonería de Manolo Casal, un carnavalero de pro que nos vio nacer artísticamente en El Puerto de Santa María.
Ángel se encargó una vez más de vestir a la comparsa y he de reconocer que en aquella ocasión lo clavó aunque, lógicamente, sudó sangre para calibrar todos los personajes que escenificaban aquella tropa de corsarios, y es que lo que parecía fácil, como siempre suele ocurrir, resulta al final lo más complicado. El año de El vapor mi hermano Juanma y yo nos quedamos petrificados, para bien, cuando vimos el tipo de una chirigota de Cádiz que se llamaba Mi viejo barrio, que representaba a los más famosos muñecos de Barrio Sésamo. Los creadores de esa obra de arte eran Antonio, Ricardo y Shano, tres chicos que ya firmaban sus trabajos con el seudónimo de Ras. Su taller se encontraba ubicado en un bajo de la calle Botica, en mi barrio de Santa María y allí me fui para hablar con ellos porque tuve el presentimiento de que podrían hacer el decorado perfecto para mi obra. Todas las tardes, cuando tenía ocasión, me pasaba por el taller y se me iban las horas viendo la capacidad de trabajo y la imaginación que transpiraban estos tres, por entonces, desconocidos. Ricardo y Shano Lores, hermanos de pensamiento, sangre y construcción se centraron en la confección del esqueleto del barco, o mejor dicho, de la proa de La Invencile, que así llamé a mi balandra, con tubos de pvc y Antonio se encargó de pintar los paños de goma espuma con los que forraron la embarcación. Si a esto le sumamos la calavera que fue nuestro siniestro mascarón de proa, la comparsa sólo tenía que cantar para enamorar al personal. Para darle más ambientación, además de utillería propia de un desembarco pirata en la playa de la Caleta, Ras hizo que pareciera que volara una gaviota de una bambalina a otra.
Y volvemos al tipo. La comparsa al principio no confiaba en la idea pero poco a poco el ánimo filibustero se fue adueñando de nosotros. Uno de los mejores disfraces, para mi gusto, fue el que se diseñó para José Luis, a lo Jhon Silver. No sólo le quedaba genial sino que además la muleta le servía para poder recuperar movilidad en su cadera porque años antes él y dos componentes más estuvieron a punto de morir en un accidente de tráfico cuando venían de Algeciras. José Luis y Chicuelo se llevaron la peor parte, de hecho el primero fue intervenido en varias ocasiones y todavía conserva secuelas. Paquito, que tocaba la caja, salió ileso pero durante unas semanas lució numerosas magulladuras. Ese accidente siempre estará presente en nuestras vidas para recordarnos que el Carnaval no vale nuestras vidas. Ese año hubo dos cambios, entraron en la formación Ricardo, hermano de Paco Catalán y Rafael, 'Rocky'. Chari Delgado seguía siendo nuestra costurera y el local de ensayo, gracias a Dios, volvía a ser el mismo. La comparsa impactó desde el primer día y se colocó de inmediato en los primeros puestos de todas las quinielas de los aficionados al Carnaval, pero ese año Tino Tovar y El cielo de Cádiz nos pisaba los talones. Debo decir que hice dos popurrises, ¿se dice así?. Una noche de ensayo Ángel me propuso cambiar el primer que monté porque la música no iba con la idea que llevábamos. "Hazlo entero tú, tú puedes", me dijo, y así lo hice; por primera vez todo lo había escrito y musicado yo y me sentía orgulloso. Por cierto, la presentación, a mi humilde opinión, al más puro estilo Disney. Javier Osuna resumió la idea en una frase mientras colaboraba con Canal Sur aquel año: "Parece que estemos viendo una película de Errol Flynn, de las que echan los sábados por la tarde".
Por mi cabeza rondaba, desde hacía tiempo, la idea de componer un pasodoble mostrando la desesperación de una mujer harta de sufrir malos tratos. El concepto estaba ahí pero no terminaba de cuajar, empezaba un pasodoble y nada, cuatro frases, y otro, y seis frases… pero nada me convencía. Y de pronto días antes de la final, fregando, yo que he sido y siempre seré un fiel seguidor de la copla, me puse a cantar por lo bajinis una muy antigua de Concha Piquer que en el estribillo sentenciaba: "Señor Sargento Ramírez, martirio me da un cristiano, y yo no quiero tomarme la justicia por mi mano". Con la manos llenas de mistol cogí el primer papel que encontré a mi alcance y empecé a escribir el pasodoble que titulé "Con permiso, buenas tardes". Llegó la hora del ensayo y cuando lo canté me di cuenta, cuando reparé en que más de uno estaba llorando, que ése era el pasodoble que nos daría el primer premio. Y así fue. Vivimos una final para el recuerdo, con un público que cantaba con nosotros el estribillo y luego diez meses actuando sin parar.
Mi hijo nació un 3 de noviembre con los ojos abiertos, llovía a mares, y yo sabía que bajo el brazo me traería algo bueno. El premio me daba igual yo sólo quería trabajar para darle de comer y el Carnaval me salvó, nos salvó la vida.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 28 de Enero de 2008

"Los piratas", que obtuvo el primer premio, durante una actuación en el Gran Teatro Falla.
NADIE en su sano juicio carnavalesco lo haría, como intuí al ver la cara que puso Ángel cuando le propuse crear una comparsa que se llamara Piratas, pero como sano, sano no estoy y juicio, juicio, tengo el suficiente como para ser persona humana normal, me quedé tan pancho cuando lo solté una tarde noche en el local de ensayo. A José Luis le encantó, sin embargo para Ángel y muchos componentes del grupo la idea era una auténtica barbaridad; recuerdo que alguno incluso exclamó: "Antonio, eso es un tipo más bien para una comparsa juvenil, ¿tú nos ves a nosotros vestidos de piratas?". Yo ante ese comentario agregué: "Este es un tipo de siempre, qué niño no se ha querido vestir de vaquero, de mosquetero o de pirata, por favor, hacedme caso, dejadme a mí". Tras un pequeño receso, el veredicto del grupo fue favorable y eso me contagió unas tremendas ganas de luchar por ese proyecto. Por entonces seguía trabajando en Cádiz Información, hasta que de pronto, un día, me dieron una carta en la que me comunicaban que tenía una quincena para abandonar el puesto. Esa mala noticia ponía en jaque otra muy buena, esperaba un hijo que nacería por noviembre y no tenía nada más que la comparsa para sobrevivir. Así que nada, en ese momento, al más puro estilo de Escarlata O'Hara, me juré que viviría de mis obras musicales, de mis creaciones, al fin y al cabo los fines de semana actuábamos por toda Andalucía y nos tendría que ir muy mal para no continuar en esa línea, el fracaso no existía y de los cobardes nunca se ha escrito nada. Manos a la obra, parado y padre en ciernes me puse el traje de faena. Me leí todo lo que a mis manos caía con relación al mundo de los piratas y además contaba con la ayuda inestimable de internet que multiplicaba por cien mil las posibilidades de encontrar relatos, bocetos, historias, cuentos, leyendas… en fin, el mundo de la piratería a mis pies, o a mis dedos, según se mirara. Un inciso, que la comparsa acabara llamándose Los piratas, se debe a la cabezonería de Manolo Casal, un carnavalero de pro que nos vio nacer artísticamente en El Puerto de Santa María.
Ángel se encargó una vez más de vestir a la comparsa y he de reconocer que en aquella ocasión lo clavó aunque, lógicamente, sudó sangre para calibrar todos los personajes que escenificaban aquella tropa de corsarios, y es que lo que parecía fácil, como siempre suele ocurrir, resulta al final lo más complicado. El año de El vapor mi hermano Juanma y yo nos quedamos petrificados, para bien, cuando vimos el tipo de una chirigota de Cádiz que se llamaba Mi viejo barrio, que representaba a los más famosos muñecos de Barrio Sésamo. Los creadores de esa obra de arte eran Antonio, Ricardo y Shano, tres chicos que ya firmaban sus trabajos con el seudónimo de Ras. Su taller se encontraba ubicado en un bajo de la calle Botica, en mi barrio de Santa María y allí me fui para hablar con ellos porque tuve el presentimiento de que podrían hacer el decorado perfecto para mi obra. Todas las tardes, cuando tenía ocasión, me pasaba por el taller y se me iban las horas viendo la capacidad de trabajo y la imaginación que transpiraban estos tres, por entonces, desconocidos. Ricardo y Shano Lores, hermanos de pensamiento, sangre y construcción se centraron en la confección del esqueleto del barco, o mejor dicho, de la proa de La Invencile, que así llamé a mi balandra, con tubos de pvc y Antonio se encargó de pintar los paños de goma espuma con los que forraron la embarcación. Si a esto le sumamos la calavera que fue nuestro siniestro mascarón de proa, la comparsa sólo tenía que cantar para enamorar al personal. Para darle más ambientación, además de utillería propia de un desembarco pirata en la playa de la Caleta, Ras hizo que pareciera que volara una gaviota de una bambalina a otra.
Y volvemos al tipo. La comparsa al principio no confiaba en la idea pero poco a poco el ánimo filibustero se fue adueñando de nosotros. Uno de los mejores disfraces, para mi gusto, fue el que se diseñó para José Luis, a lo Jhon Silver. No sólo le quedaba genial sino que además la muleta le servía para poder recuperar movilidad en su cadera porque años antes él y dos componentes más estuvieron a punto de morir en un accidente de tráfico cuando venían de Algeciras. José Luis y Chicuelo se llevaron la peor parte, de hecho el primero fue intervenido en varias ocasiones y todavía conserva secuelas. Paquito, que tocaba la caja, salió ileso pero durante unas semanas lució numerosas magulladuras. Ese accidente siempre estará presente en nuestras vidas para recordarnos que el Carnaval no vale nuestras vidas. Ese año hubo dos cambios, entraron en la formación Ricardo, hermano de Paco Catalán y Rafael, 'Rocky'. Chari Delgado seguía siendo nuestra costurera y el local de ensayo, gracias a Dios, volvía a ser el mismo. La comparsa impactó desde el primer día y se colocó de inmediato en los primeros puestos de todas las quinielas de los aficionados al Carnaval, pero ese año Tino Tovar y El cielo de Cádiz nos pisaba los talones. Debo decir que hice dos popurrises, ¿se dice así?. Una noche de ensayo Ángel me propuso cambiar el primer que monté porque la música no iba con la idea que llevábamos. "Hazlo entero tú, tú puedes", me dijo, y así lo hice; por primera vez todo lo había escrito y musicado yo y me sentía orgulloso. Por cierto, la presentación, a mi humilde opinión, al más puro estilo Disney. Javier Osuna resumió la idea en una frase mientras colaboraba con Canal Sur aquel año: "Parece que estemos viendo una película de Errol Flynn, de las que echan los sábados por la tarde".
Por mi cabeza rondaba, desde hacía tiempo, la idea de componer un pasodoble mostrando la desesperación de una mujer harta de sufrir malos tratos. El concepto estaba ahí pero no terminaba de cuajar, empezaba un pasodoble y nada, cuatro frases, y otro, y seis frases… pero nada me convencía. Y de pronto días antes de la final, fregando, yo que he sido y siempre seré un fiel seguidor de la copla, me puse a cantar por lo bajinis una muy antigua de Concha Piquer que en el estribillo sentenciaba: "Señor Sargento Ramírez, martirio me da un cristiano, y yo no quiero tomarme la justicia por mi mano". Con la manos llenas de mistol cogí el primer papel que encontré a mi alcance y empecé a escribir el pasodoble que titulé "Con permiso, buenas tardes". Llegó la hora del ensayo y cuando lo canté me di cuenta, cuando reparé en que más de uno estaba llorando, que ése era el pasodoble que nos daría el primer premio. Y así fue. Vivimos una final para el recuerdo, con un público que cantaba con nosotros el estribillo y luego diez meses actuando sin parar.
Mi hijo nació un 3 de noviembre con los ojos abiertos, llovía a mares, y yo sabía que bajo el brazo me traería algo bueno. El premio me daba igual yo sólo quería trabajar para darle de comer y el Carnaval me salvó, nos salvó la vida.
Articulo de Antonio Martinez Ares - Diario del Carnaval - 28 de Enero de 2008
Etiquetas:
Carnaval,
Martínez Ares,
Yo maté a Martínez Ares
¡Anarcosindicalismo libertario, por la vía dos!
El vapor. Manolo Peinado realizó una locomotora que era una obra de arte y que simbolizaba a Cádiz l Estaba obligado a hacerle un pasodoble a Antonio Martín, el autor que más me había marcado.

"El vapor", obtuvo el segundo premio pero conectó de una forma muy rápida con el público.
HOY toca repasar la historia. Para ello me remonto a 1812 para explicar el nacimiento de la comparsa 'El vapor'. Ahora que estamos un día sí y otro también escuchando todo lo bueno que nos va a traer el 2012, es una excelente ocasión para echar la vista atrás y entender lo grande que fuimos y cuánto nos deben los españoles, los que lo son y los que reniegan de ello, desde el Caño de Sancti-Petri hacia arriba. En las Cortes de 1812 se aprobó que Cuba era una provincia española más y dado el vínculo, ya no sólo marítimo, que existía entre los de allí y los de aquí, podemos lanzar la teoría de que el primer ferrocarril español fue tan cubano como gaditano. Concretamente el primer tramo de ese ferrocarril que se construía en España e Iberoamérica, que Cuba era española, no lo olvidemos, tuvo lugar en 1837, tramo comprendido entre La Habana y Güines, es decir, que ya abrimos el libro de los récords. Con esto chocamos frontalmente con la otra teoría que dice que el primer ferrocarril español nació en 1848 y circuló entre Barcelona y Mataró. Teniendo en cuenta todas estas cuestiones y sumando hechos tan relevantes como que Paco Alba había vivido frente a la vía del tren y que decir el vapor es decir Cádiz, medio de locomoción entre dos puntos, tenía la idea perfecta para una comparsa que además reivindicaría la falta de trabajo en la cuna de la libertad.
Yo sabía muy bien lo que quería y para ese trabajo concreto Ángel, Jose Luis y un servidor nos reunimos con Manolo Peinado para el atrezzo. Tenía que evitar por todos los medios que nuestro tren tuviera cualquier matiz americano, ya saben, el morro típico terminado en cuña, muy propio del lejano oeste y le presenté un boceto de una locomotora que tenía que ser Cádiz, tenía que verse la Catedral, la Fábrica de Tabacos, las Puertas de Tierra, una ciudad oxidada a la que le costaba trabajo arrancar. Manolo Peinado realizó una maravilla, una auténtica obra de arte que tenía que ser transportada en grúa cada vez que actuábamos en el Falla. También se confeccionó un forillo pero que yo recuerde no se pudo exponer en su totalidad porque la máquina dificultaba su ubicación. Para que la locomotora pudiera entrar en el escenario los chicos de la radio tenían que desmontar y volver a montar el set. Y además sacaban tiempo para ayudarnos al montaje. Qué verdad es que el concurso le debe a la radio toda su grandeza. Por cierto, y volviendo al 2012, yo soy uno de los que piensan que el edificio de La Aduana debería ser dinamitado, pero ya, para que se contemple la belleza de la antigua estación de trenes de Cádiz. Y otra anécdota, la mayoría de mis canciones no carnavalescas han sido compuestas en el tren. Cuando necesito desconectar o tengo trabajo que entregar compro un billete para Madrid o Barcelona y me pongo a escribir. Larga vida al tren.
El disfraz también estaba claro, ropa de trabajo, fácil y sobre todo, cómoda, pero para remarcar el sentimiento obrero había que utilizar simbolismos y por eso los pañuelos rojinegros con los que nos limpiábamos el sudor, los colores de la CNT, los colores de la bandera confederal, la misma con la que cubrieron los restos mortales de Fernando Fernán Gómez, los colores del anarcosindicalismo libertario. Ahí es nada.
Tras 'La trinchera' el grupo se sentía fuerte y con ganas de superar otro reto, así que como ya teníamos el traje de faena apropiado nos pusimos manos a la obra. Debo puntualizar una cosa, desde 'El brujo' la comparsa grababa por su cuenta, es decir, la producción era nuestra y la distribución también. Ese año Antonio Martín accedió a ser el pregonero del Carnaval de Cádiz, para muchos el máximo honor al que un carnavalero puede aspirar, además del antifaz de oro. Antonio no se contentó sólo con dar un magnífico pregón, sino que, además, volvía por sus fueros con 'Los buscavidas', otra barbaridad de comparsa. Yo soy de los que están convencidos de que el primer premio lo ganó, no se lo dieron por pregonar la fiesta.
En esta ocasión nos vestimos en el interior de una tienda en la calle de la Rosa donde trabajaba Edu. 'El vapor' llegó al público desde el primer día pero la lucha en el Falla con los de Martín era durísima. La presentación era un canto de trabajo que terminaba con el sonido del tren que poco a poco iba cogiendo un ritmo frenético acompañado por el sonido de los hierros, los raíles de la vía de Cádiz. Días antes de la final se planteó en el ensayo la posibilidad de hacer un pasodoble a la figura de Martín como comparsista y pregonero pero, claro, aquella letra que nunca se cantó pero que se filtró estaba en el ánimo de la gente, ¿pensarían que era una copla hecha con el corazón? ¿o tal vez, que era un pasodoble que buscaba el aplauso fácil para ganar al pregonero en la final? Tenía que hacerla con el corazón pensaran lo que pensaran, ganara o perdiera, además, era el momento oportuno para decirle que yo había crecido con sus coplas y que ya estaba harto de tanta guerra absurda. No puedo obviar que sabíamos que no se lo esperaría pero en el fondo estaba obligado a hacerle un pasodoble al autor que más me había marcado.
Hice dos estribillos, el que todo el mundo conoce y el que después recuperé para 'La niña de mis ojos', me acuerdo que empezaba de esta manera: "Vapor de agua, ay, son tus ojitos…". El principio del popurrí simulaba el pitido del tren a punto de salir de la estación, para ello versionamos la introducción de una canción que interpretaban Gema y Pavel. Inmediatamente después iniciábamos el trayecto con una pieza de Nacha Guevara. En el final del popurrí utilizábamos las palas para echar carbón y hacer que estallara la caldera de la locomotora, literalmente, claro. El punto y final, nuevamente el pitido del tren que terminaba su viaje en la estación, en la antigua estación. Lo de dinamitar la Aduana, ¿para cuándo?
Ganaron 'Los buscavidas', el pregón fue el que todos esperaban, Tino Tovar empujaba fuerte con su Botica, Quiñones se mantenía firme y nosotros estábamos contentos con lo que habíamos vuelto a conseguir. La gente ya se acostumbraba a vernos en la final pero cada año se nos complicaba el asunto, iba siendo hora de plantar un manzano, como le dije a Jose Luis años atrás. La comparsa actuaba prácticamente todos los fines de semana fuera cual fuera el premio, lo cual evidenciaba el buen momento de salud por el que pasaban tanto el como los aficionados, pese a los cambios. Llegó el verano y en mi cabeza ya estaba formada la nueva comparsa. Y hablando de cabeza, fue en Las Cabezas de San Juan, en Sevilla, donde me di cuenta que no existen las casualidades. Cantamos en una feria y una de las atracciones era un barco pirata. Era una señal.

"El vapor", obtuvo el segundo premio pero conectó de una forma muy rápida con el público.
HOY toca repasar la historia. Para ello me remonto a 1812 para explicar el nacimiento de la comparsa 'El vapor'. Ahora que estamos un día sí y otro también escuchando todo lo bueno que nos va a traer el 2012, es una excelente ocasión para echar la vista atrás y entender lo grande que fuimos y cuánto nos deben los españoles, los que lo son y los que reniegan de ello, desde el Caño de Sancti-Petri hacia arriba. En las Cortes de 1812 se aprobó que Cuba era una provincia española más y dado el vínculo, ya no sólo marítimo, que existía entre los de allí y los de aquí, podemos lanzar la teoría de que el primer ferrocarril español fue tan cubano como gaditano. Concretamente el primer tramo de ese ferrocarril que se construía en España e Iberoamérica, que Cuba era española, no lo olvidemos, tuvo lugar en 1837, tramo comprendido entre La Habana y Güines, es decir, que ya abrimos el libro de los récords. Con esto chocamos frontalmente con la otra teoría que dice que el primer ferrocarril español nació en 1848 y circuló entre Barcelona y Mataró. Teniendo en cuenta todas estas cuestiones y sumando hechos tan relevantes como que Paco Alba había vivido frente a la vía del tren y que decir el vapor es decir Cádiz, medio de locomoción entre dos puntos, tenía la idea perfecta para una comparsa que además reivindicaría la falta de trabajo en la cuna de la libertad.
Yo sabía muy bien lo que quería y para ese trabajo concreto Ángel, Jose Luis y un servidor nos reunimos con Manolo Peinado para el atrezzo. Tenía que evitar por todos los medios que nuestro tren tuviera cualquier matiz americano, ya saben, el morro típico terminado en cuña, muy propio del lejano oeste y le presenté un boceto de una locomotora que tenía que ser Cádiz, tenía que verse la Catedral, la Fábrica de Tabacos, las Puertas de Tierra, una ciudad oxidada a la que le costaba trabajo arrancar. Manolo Peinado realizó una maravilla, una auténtica obra de arte que tenía que ser transportada en grúa cada vez que actuábamos en el Falla. También se confeccionó un forillo pero que yo recuerde no se pudo exponer en su totalidad porque la máquina dificultaba su ubicación. Para que la locomotora pudiera entrar en el escenario los chicos de la radio tenían que desmontar y volver a montar el set. Y además sacaban tiempo para ayudarnos al montaje. Qué verdad es que el concurso le debe a la radio toda su grandeza. Por cierto, y volviendo al 2012, yo soy uno de los que piensan que el edificio de La Aduana debería ser dinamitado, pero ya, para que se contemple la belleza de la antigua estación de trenes de Cádiz. Y otra anécdota, la mayoría de mis canciones no carnavalescas han sido compuestas en el tren. Cuando necesito desconectar o tengo trabajo que entregar compro un billete para Madrid o Barcelona y me pongo a escribir. Larga vida al tren.
El disfraz también estaba claro, ropa de trabajo, fácil y sobre todo, cómoda, pero para remarcar el sentimiento obrero había que utilizar simbolismos y por eso los pañuelos rojinegros con los que nos limpiábamos el sudor, los colores de la CNT, los colores de la bandera confederal, la misma con la que cubrieron los restos mortales de Fernando Fernán Gómez, los colores del anarcosindicalismo libertario. Ahí es nada.
Tras 'La trinchera' el grupo se sentía fuerte y con ganas de superar otro reto, así que como ya teníamos el traje de faena apropiado nos pusimos manos a la obra. Debo puntualizar una cosa, desde 'El brujo' la comparsa grababa por su cuenta, es decir, la producción era nuestra y la distribución también. Ese año Antonio Martín accedió a ser el pregonero del Carnaval de Cádiz, para muchos el máximo honor al que un carnavalero puede aspirar, además del antifaz de oro. Antonio no se contentó sólo con dar un magnífico pregón, sino que, además, volvía por sus fueros con 'Los buscavidas', otra barbaridad de comparsa. Yo soy de los que están convencidos de que el primer premio lo ganó, no se lo dieron por pregonar la fiesta.
En esta ocasión nos vestimos en el interior de una tienda en la calle de la Rosa donde trabajaba Edu. 'El vapor' llegó al público desde el primer día pero la lucha en el Falla con los de Martín era durísima. La presentación era un canto de trabajo que terminaba con el sonido del tren que poco a poco iba cogiendo un ritmo frenético acompañado por el sonido de los hierros, los raíles de la vía de Cádiz. Días antes de la final se planteó en el ensayo la posibilidad de hacer un pasodoble a la figura de Martín como comparsista y pregonero pero, claro, aquella letra que nunca se cantó pero que se filtró estaba en el ánimo de la gente, ¿pensarían que era una copla hecha con el corazón? ¿o tal vez, que era un pasodoble que buscaba el aplauso fácil para ganar al pregonero en la final? Tenía que hacerla con el corazón pensaran lo que pensaran, ganara o perdiera, además, era el momento oportuno para decirle que yo había crecido con sus coplas y que ya estaba harto de tanta guerra absurda. No puedo obviar que sabíamos que no se lo esperaría pero en el fondo estaba obligado a hacerle un pasodoble al autor que más me había marcado.
Hice dos estribillos, el que todo el mundo conoce y el que después recuperé para 'La niña de mis ojos', me acuerdo que empezaba de esta manera: "Vapor de agua, ay, son tus ojitos…". El principio del popurrí simulaba el pitido del tren a punto de salir de la estación, para ello versionamos la introducción de una canción que interpretaban Gema y Pavel. Inmediatamente después iniciábamos el trayecto con una pieza de Nacha Guevara. En el final del popurrí utilizábamos las palas para echar carbón y hacer que estallara la caldera de la locomotora, literalmente, claro. El punto y final, nuevamente el pitido del tren que terminaba su viaje en la estación, en la antigua estación. Lo de dinamitar la Aduana, ¿para cuándo?
Ganaron 'Los buscavidas', el pregón fue el que todos esperaban, Tino Tovar empujaba fuerte con su Botica, Quiñones se mantenía firme y nosotros estábamos contentos con lo que habíamos vuelto a conseguir. La gente ya se acostumbraba a vernos en la final pero cada año se nos complicaba el asunto, iba siendo hora de plantar un manzano, como le dije a Jose Luis años atrás. La comparsa actuaba prácticamente todos los fines de semana fuera cual fuera el premio, lo cual evidenciaba el buen momento de salud por el que pasaban tanto el como los aficionados, pese a los cambios. Llegó el verano y en mi cabeza ya estaba formada la nueva comparsa. Y hablando de cabeza, fue en Las Cabezas de San Juan, en Sevilla, donde me di cuenta que no existen las casualidades. Cantamos en una feria y una de las atracciones era un barco pirata. Era una señal.
Etiquetas:
Carnaval,
Martínez Ares,
Yo maté a Martínez Ares
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
